Cristal | Alteridades
Desde hace algunos años, se ha puesto de moda dividir a las sociedades en generaciones y otorgarle a cada una algún mote y características específicas, estandarizando la forma en que son vistas y generando estereotipos que cargamos en todo lo que hacemos. Personalmente no estoy de acuerdo con estas categorizaciones pues me parece que son sumamente reduccionistas y terriblemente injustas. Por ejemplo, yo soy de la generación X (los nacidos entre 1965 y 1980), una que, según se dice en un reportaje publicado en el diario español ABC, “son el hermano del medio entre la fortaleza de los boomers y la autoconciencia de los millennials.
Una generación perdida que, por no tener, no tiene ni memes. Para sus mayores son ‘un pan sin sal’ y para los más jóvenes, un NPC (non-player character). Pero estar están, y los expertos aseguran que, gracias a ellos, la vida no acabará convirtiéndose en una sucesión de vídeos de TikTok”. En su momento, como nos recuerdan también en ese mismo reportaje, fuimos una generación criticada porque, al parecer, no nos importaba nada. Sin embargo, hay quien hoy la caracteriza como una generación “trabajadora y luchadora”, como se dice en “Los doce estereotipos de la generación de cristal”, interesante reflexión publicada en el portal ¡Goooya! De la UNAM.
Hoy se dice que las y los nacidos a partir del 2000, son frágiles a diferencia de los de la generación X. Sin embargo, esto es consecuencia de que nuestra generación decidió emprender cambios importantes y ha educado a sus hijas e hijos de forma muy diferente, con el diálogo por delante y reduciendo actitudes violentas; sin embargo, es posible que se nos haya pasado la mano. Esta denominada generación de Cristal, que hoy gravitan entre los 11 y 21 años, supuestamente es muy delicada.
Les llaman también de mazapán. La autora de esa publicación, Brenda Martínez, estudiante en 2021 de la FES Aragón, después de hacer un recuento de los 12 estereotipos -entre los que se cuenta que no leen, que tienen inestabilidad emocional y son sensibles a la crítica, entre otras cosas- , afirma que “podemos decir, que la generación de cristal es la generación de la libertad, del cambio, de la evolución, vienen de padres que empezaron a darse cuenta de que repetir moldes está mal y sus hijos se dan cuenta de que es mejor cambiar, que la mujer vale lo mismo que el hombre.
Se han dado cuenta de que los golpes no siempre son la solución y que hay que aprender a amarse, entre muchas cosas más”. Y remata con algo sumamente importante: “La generación de cristal está realmente indignada, está luchando por generar cambios notables, por aprender a construirse, por aprender a amarse y a amar a los demás, a aceptarlos, cuidarlos, respetarlos, incluirlos”.
Podrá parecer que no saben lo que quieren, pero como lo hemos visto en varios movimientos estudiantiles en Puebla y otras ciudades del país, sí que saben qué es lo que no quieren y es mucho de lo que nosotros les ofrecemos.
En realidad, frente a ellos, nosotros somos los frágiles, los que nos quebramos al ver que el “orden y la normalidad” que nos compramos mientras fuimos creciendo, se ve cuestionado por estos jóvenes que tienen mucho de brillo y de transparente. Somos como la autora de Harry Potter, feminista transfóbica, es decir, sí cambiamos, pero no tanto; somos los que dicen “pero hay otras formas” o “ya no respetan nada” o “en mis tiempos” … suena a viejito, ¿no? Somos, aunque les duela, bien quebradizos y chillones pero, además, hemos asumido lo que detestábamos de las generaciones anteriores: ahora somos los intolerantes, necios, conservadores y petulantes. Nos falta escuchar y mucho.




