Lora Serna y los aciagos tiempos del fascismo mexicano
Alejandro Lora Serna estaba tirado en el templete de una bodega, que seguramente servía para facilitar la carga de costales o cajas a los camiones. Se empinaba una cerveza corona de botella. “Está chido este lugar, ¿verdad?”, dijo mientras repartía autógrafos a quien quisiera acercársele, previo a la tocada de ese verano del año 1987, en el que abundó el gozo y otras cosas.