Poder y Diplomacia Asimétrica

El presidente Donald Trump recibió en la Casa Blanca a los mandatarios de Gabón, Guinea-Bisáu, Liberia, Mauritania y Senegal… y lo hizo en lo que muchos ya califican como una puesta en escena de manual colonial.
Durante tres días, lo que debió ser un espacio de diálogo entre iguales se transformó en una exhibición incómoda, donde el anfitrión dio instrucciones, marcó el tono y —literalmente— dirigió las intervenciones de sus invitados africanos ante los medios.
Trump abrió el encuentro con un discurso de apenas cuatro minutos. En él, agradeció a los cinco líderes, no por sus propuestas o visiones de futuro, sino por representar —según él— a “una África vibrante, llena de recursos, tierras valiosas y gente maravillosa”. Un mensaje revelador: más interés en el oro, el petróleo y los minerales… que en los pueblos que habitan ese continente.
Acto seguido, afirmó que Estados Unidos dejará de otorgar ayuda y que ahora la relación con África será “de comercio”. Pero lo que vimos no fue ni ayuda ni comercio. Fue una declaración de poder.
Mientras Trump buscaba proyectar “acercamiento con África”, su administración imponía, ese mismo día, nuevos aranceles a países del norte del continente como Libia y Argelia. ¿Coincidencia? Difícil creerlo.
Lo más desconcertante no fue solo el tono, sino la reacción de los líderes presentes. El presidente de Mauritania elogió a Trump como “líder de paz mundial”, ignorando por completo el papel de su gobierno en el conflicto en Gaza, y pidiendo acceso para explotar los recursos de su país.
El presidente de Senegal, quien llegó al poder con un discurso anticolonial, pidió —sí, pidió— que Trump construyera un campo de golf en su país.
Y cuando habló el presidente de Liberia, Trump no comentó nada sobre sus propuestas, solo elogió su inglés… y preguntó sorprendido dónde lo había aprendido. Liberia, cabe recordar, fue fundada por afrodescendientes liberados de Estados Unidos, y el inglés es su idioma oficial desde hace más de 200 años.
Ese tipo de comentarios, aunque puedan parecer triviales, revelan mucho más de lo que aparentan. Expresan una mirada profundamente condescendiente, donde el reconocimiento se otorga no por la capacidad, sino por el parecido con el modelo occidental.
Frente a todo esto, la pregunta es inevitable: ¿a qué fueron estos cinco presidentes africanos? ¿A representar a sus pueblos… o a participar en un guión que los colocó como extras en una narrativa que no escribieron?
Mientras Trump mostraba firmeza y dominio en cada escena, sus invitados optaron por el silencio, la cortesía exagerada y los elogios. En lugar de defender la soberanía y dignidad que proclaman en sus países, eligieron complacer al hombre que prometió no imponer aranceles… si se portaban como “amigos”.