La presidenta en Puebla y el mensaje entre tambores: no pasarán



Este 5 de Mayo, entre redobles de tambor y un sol que parecía subrayar cada paso del desfile, no solo marchó la historia. También lo hizo el presente, cargado de símbolos, de señales políticas… y de advertencias.

La presidenta Claudia Sheinbaum, la primera mujer en dirigir los destinos de México, encabezó el desfile cívico-militar por el 163 aniversario de la Batalla de Puebla, acompañada por el gobernador Alejandro Armenta, quien, desde el templete, lanzó un mensaje que atravesó más allá de los Fuertes de Loreto y Guadalupe:

“La historia se repite, pero ahora con nuevos rostros. Los neoconservadores quieren regresar a la época del despojo, del saqueo sistemático de los bienes públicos, del país gobernado desde escritorios privados.”

La presidenta escuchaba. Seria. Atenta. Asintiendo con la cabeza.

Y es que el momento lo exigía. Mientras desfilaban 3,400 elementos del Ejército, miles de estudiantes y contingentes indígenas que representaban al heroico Sexto Batallón —formado por pueblos de Tetela, Zacapoaxtla y Xochiapulco, que en 1862 ofrecieron su sangre por la soberanía—, en la Ciudad de México avanza la reforma más audaz del sexenio naciente: la del Poder Judicial.

Una reforma que propone que el pueblo elija directamente a ministros, magistrados y jueces, rompiendo con el viejo pacto oligárquico que blindó a la élite judicial del juicio popular. Una élite togada que, por años, fue último bastión del régimen conservador: blindaron fideicomisos opacos, liberaron corruptos, frenaron reformas sociales y operaron como garantes del saqueo legalizado.

Por eso, esta batalla no es menor. Como en 1862, lo que está en juego es la soberanía, aunque hoy los invasores no vengan de ultramar ni con bayoneta, sino con argumentos jurídicos, investidura judicial y toga manchada de privilegio.

En ese contexto, Sheinbaum no necesitó hablar mucho. Bastó una frase para dejar claro el tono del nuevo orden que propone:

“Orden no significa imposición; significa justicia.”

Una definición poderosa. Una línea trazada con pulso firme entre el autoritarismo y el deber del Estado.

Y Puebla, una vez más, no es solo testigo ni escenario. Es pieza clave de la nueva disputa nacional. Aquí se recuerda que la historia no es museo, sino presente en movimiento. El gobernador Armenta lo sabe, y lo repite como quien carga una consigna más que un discurso.

Durante los 90 minutos del evento, la presidenta se mostró afable, empática, cercana al gobernador… pero el fondo iba más allá de la cordialidad institucional: Puebla está en el ánimo presidencial y también en el corazón de la batalla política por venir.

Porque si algo enseña la historia, es que los invasores siempre regresan. A veces disfrazados de progreso, otras veces con discursos de legalidad. Hoy, regresan con toga y tecnicismo jurídico.

Pero también enseña que el pueblo sabe resistir. Y sabe vencer.

Este 5 de mayo, no solo desfiló el Ejército.
Desfiló el proyecto de nación.
Y sobre todo, marchó el futuro.

Por Gerardo Herrera

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