Censura con sonrisas en pausa

En México ya no se censura. Se “administra el contenido”.
Se “protege al ciudadano de la desinformación”.
Se “fortalece la soberanía digital”.
Qué bonito.
Qué creativo.
Qué peligroso.
La reforma a la Ley de Telecomunicaciones, disfrazada de modernización, es en realidad un elegante manual para decidir qué vemos, qué leemos y qué pensamos.
Según el gobierno, no se trata de censurar, sino de cuidar nuestra mente frágil de las influencias malignas del extranjero.
El artículo 109 de la iniciativa es tan ambiguo que bien podría haber sido redactado en una servilleta durante un desayuno de estrategia.
Le da a una agencia nueva, la ATDT, el poder de bloquear plataformas digitales “por incumplimientos”, sin molestarse en explicar qué se considera incumplimiento ni quién lo juzga. Transparencia pura.
Dicen que no hay intención de censurar.
La senadora poblana Liz Sánchez, entre otras voces disciplinadas del oficialismo, aplaude con entusiasmo.
Nuestro bien.
Que nadie pretende silenciar a nadie.
Claro. El problema nunca es la intención.
El problema es el poder sin reglas claras.
El problema es abrirle la puerta al abuso, a la censura selectiva, al silenciamiento disfrazado de “medida preventiva”.
Liz Sánchez, repite que “la libertad de expresión está garantizada”.
Y uno no puede evitar pensar en esas garantías de papel que en la práctica valen menos que un tweet de campaña.
Porque en el país real, donde las críticas duelen, donde las redes sociales desenmascaran funcionarios, donde los ciudadanos usan el internet para organizarse y protestar, las garantías no resisten ni el primer pretexto.
Nos prometen que bloquearán plataformas solo “en casos excepcionales”.
¿Qué tan excepcionales?
¿Como bloquear medios incómodos durante elecciones?
¿Como sancionar opiniones que “alteren el orden público”?
Cuando la ley se escribe con huecos, esos huecos corren el riesgo de llenarse con arbitrariedad.
La censura no llegará con tanques ni con soldados en la redacción de los periódicos.
Llegará envuelta en palabras bonitas, en términos técnicos, en discursos sobre “responsabilidad digital”.
Llegará mientras nos explican, con sonrisas y aplausos, que lo hacen por nuestro propio bien.
Y cuando se quiera protestar, ya no se podrá.
Porque no censuran: solo “gestionan contenidos”.
La libertad de expresión versión 2025.
Aunque está en pausa y se revisará, el riesgo ahí sigue.
Ante preocupaciones ciudadanas por posible censura digital, la presidenta Claudia Sheinbaum pidió corregir el artículo 109 de la reforma a la Ley de Telecomunicaciones.
Se verá si se da el golpe de timón.
Tiempo al tiempo.
Por Jorge Castillo
Editora: Socorro Juárez