Adiós al papa de la humildad | El Deporte de Pensar



Amaneció el mundo consternado con la noticia de la muerte de Francisco (1936-2025), cuyo nombre secular fue Jorge Mario Bergoglio. Nacido en Argentina, se trató del primer latinoamericano en alcanzar el solio pontificio, la máxima potestad de la religión católica.

No pudo ser más argentino, futbolero, apasionado, humano. Tras convertirse en el 266° papa, demostró, desde el inicio de su pontificado, la intención de ir a fondo en las reformas que la Iglesia necesitaba.

Frente a la burocracia y el lujo del Vaticano, marcó sus límites desde el primer momento. Dejó la vida suntuosa que le proveyó ser el mayor dignatario del catolicismo, para irse a vivir a Santa Marta, donde atendió a enfermos, migrantes y personas de la tercera edad.

Sabedor del momento histórico que vivía, por el deterioro del medio ambiente y las guerras, exigió de los países poderosos mayor compromiso con las causas de los pobres y los afligidos. Se negó a ser simplemente un convidado de piedra, y se convirtió en un agente vivo del Evangelio: visitó cárceles, recorrió los hospitales y consoló a los afligidos, recordando el legado de otro personaje inolvidable: San Francisco de Asís.

Frente a líderes como Vladimir Putin o Donald Trump que le visitaron, Francisco fue muy enfático al pedir la paz del mundo, el desarme nuclear y una lucha frontal contra la desigualdad de las naciones. Mantuvo una relación cercana y fraternal con los líderes de las religiones judía, ortodoxa e islámica, llevando siempre un mensaje de paz.

Sus visitas inesperadas a los barrios pobres adquirieron notoriedad. Su amor por la niñez en orfandad fue manifiesto, al igual que su abierta desaprobación al relativismo ideológico y moral, que consideró uno de los grandes lastres del mundo.

Honró la amistad y la gratitud hasta el final, reconociendo entre la grey a sus antiguos maestros, compañeros y amigos de la infancia, a los que reconoció públicamente. En los reclusorios escuchó los testimonios de los reos a los que llevó esperanza y consuelo.

Sus 12 años de pontificado fueron intensos, y sus reformas tajantes al grado de molestar al ala más reaccionaria de la Iglesia. Delegó mayor participación de las mujeres en las tareas de la Iglesia, exigiendo a los sacerdotes un apostolado verdadero, basado en la doctrina social del Evangelio.

En sus homilías exigió una Iglesia no burocrática sino sencilla y cercana a las causas de la gente. Su compromiso con los perseguidos políticos y los desplazados fue tal, que él mismo decidió adoptar familias. Su figura consoladora buscando la unidad del mundo nos hará falta a todos.

En 2018, el legendario cineasta Wim Wenders honró su legado al filmar el documental: “El Papa Francisco, un hombre de palabra”. Se trata de un trabajo que recoge el ideario humano de Jorge Mario Bergoglio.

En el terreno de lo público, ordenó auditar al Banco Vaticano, ensuciado por la corrupción en los años 70’s. Condenó la pedofilia, encauzando los esfuerzos de la Iglesia para castigar aún más ese pesado lastre con cambios estructurales.

Francisco abrió su morada en Santa Marta para compartir los alimentos con personas en situación de calle. En sus mensajes cotidianos pidió acompañar los rezos con acciones contundentes. Su imagen afable hoy se ha extinguido, pero su legado valiente persistirá en un mundo al que le urge la concordia.

Editor: Fabián Sánchez

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