¿Qué demonios quiere Donald Trump? | Tremores

Tremores. Bueno, ya declaró organizaciones terroristas a los cárteles mexicanos de la droga, ya hizo su relajo con la economía, le cambió arbitrariamente el nombre al Golfo de México; puso a sus ciudadanos en contra de los migrantes, se disminuyó el tráfico de fentanilo, se extraditaron a 29 líderes del narco, se redujo la migración a su país… Y aún así impuso sus dichosos aranceles. Por eso surge la pregunta: ¿Qué carambas quiere Donald Trump de México? Pues todo y nada. Porque odia al país, eso es claro, hasta lo ha dicho el tecnofascista, Elon Musk. Estamos ante algo peor que un bulleador: un totalitarista que quiere dominar a placer, sin límites y arrebatar todo lo que se pueda arrebatar. Es la contradicción a todo lo que dice: quiere paz, pero arma a Israel para arrasar con Gaza. Dice respetar a Claudia Sheinbaum, pero como cobarde, ataca por la espalda y no respeta acuerdos. El “cualquierismo”, término que acuñó el músico Antonio Serrano, parece ser la política del magnate. Cualquier tierra, cualquier dinero, cualquier gobierno, cualquiera que se deje, y también el que no se deje.
¿O no?
Trudeau y Sheinbaum: diferencias
Justin Trudeau, el premier canadiense, de inmediato que anunció Trump los aranceles, hizo lo propio, lo que le da la pauta al presidente estadounidense para que, de una vez, anexe al país de la hoja de maple como el estado 51 de la Unión Americana. Es decir, se subió al tren de la guerra comercial. Pero no sólo eso: se unió a lo que queda de la OTAN para apapachar a Volodimir Zelensky, el mandatario ucraniano que fue exhibido por los gringos en su necedad de mantener a su país en guerra contra Rusia. Esta actitud del mandamás de Canadá fue, desde antes de las tarifas, una declaración de intenciones contra el gobierno de Estados Unidos. Más hacia el sur, de forma elegante, la presidenta Claudia Sheinbaum, sigue al pie de la letra el guion que ella misa impuso: “cabeza fría y templanza”. Nada de tomar decisiones sin pensar, de forma tranquila, sin perder la compostura. Y, como es tradición de la Cuarta Transformación, hará el anuncio de respuesta a Trump desde la plancha del Zócalo, como un simbolismo de unidad nacional, a pesar de las burlas de la oposición que siguen su narrativa miserable. La mandataria se ha mantenido prudente, sin aspavientos y, lanzando dos que tres dardos al magnate naranja. A diferencia de Trudeau, la mexicana se ha comportado a la altura del reto que le tocó vivir. No duden, eso sí, que aparezca en el templete, el próximo domingo, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, los 32 gobernadores y gobernadores, y el gabinete federal. La obra se llama “mensaje contundente”.
¿O no?