Los juguetes del narco: rebasando al Leviatán por la izquierda | Grietas en la Coraza



Thomas Hobbes, en su obra clásica “Leviatán”, describe el estado de naturaleza como una condición de permanente inseguridad y conflicto, una “guerra de todos contra todos”, donde no existe autoridad común.

En este estado, los individuos, guiados por el instinto de autoconservación, viven con miedo constante a la violencia, y la vida es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”.

Para escapar de esta situación, los individuos acuerdan ceder sus derechos naturales a un soberano mediante un pacto; este pacto da origen al Estado, cuya función es garantizar la paz y la seguridad. El soberano, con poder absoluto, actúa como garante del orden, evitando el caos y protegiendo a la sociedad del retorno al estado de naturaleza.

Pero ¿qué pasa cuando ese “Leviatán” pierde su capacidad de proteger y garantizar el bienestar? En México, esa pregunta tiene una respuesta inquietante: cuando el Estado falla, otros actores toman su lugar; entre ellos, el narcotráfico que es un poder fáctico que disputa el control territorial y político en vastas regiones del país.

Un triste-célebre caso fue el “culiacanazo” de 2019; ese día, el gobierno mexicano decidió liberar a Ovidio Guzmán tras un enfrentamiento con el Cártel de Sinaloa, que desnudó las debilidades organizacionales y operativas del Estado, así como la capacidad del crimen organizado de superar al Leviatán, sobre todo en territorios donde la autoridad parece ausente.

Los números refuerzan esta realidad: de acuerdo con el Informe de Seguridad del Gobierno, nuestro país cerró el 2024 con 26 mil 715 personas asesinadas, según cifras preliminares de las fiscalías estatales. Esto representa un ligero incremento respecto al mismo periodo de 2023, con una media de aproximadamente 70 asesinatos diarios.

Aunque el contexto mexicano es único, existen puntos de comparación con la Colombia de los años ochenta y noventa, un periodo marcado por la confrontación directa entre los cárteles, el Estado, las guerrillas y los grupos paramilitares, que exacerbó la inseguridad y debilitó aún más las instituciones.

Durante dicho periodo, estos grupos controlaban gran parte del narcotráfico internacional, desatando una campaña violenta contra las instituciones, que incluyó asesinatos de figuras políticas, atentados y la corrupción de autoridades, en un intento por preservar su poder.

Tal violencia sin precedentes alcanzó su punto máximo en 1991, con 28 mil 424 homicidios, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

El paralelismo es que, tanto México como Colombia enfrentan un fenómeno donde las organizaciones criminales operan con violencia y, al mismo tiempo, buscan legitimarse ante las comunidades, construyendo una especie de “poder paralelo” que desafía directamente al Estado.

En México, esta estrategia tiene formas muy concretas: cárteles que regalan juguetes en Reyes Magos, distribuyen despensas en momentos críticos —como durante la pandemia por COVID-19— o reparan caminos y otras infraestructuras locales.

Estas acciones, que podrían parecer actos de buena voluntad, son tácticas calculadas para ganar la simpatía y lealtad de comunidades históricamente marginadas, ya que la percepción de inseguridad y abandono institucional es alarmante.

Aquí entra la gran pregunta: ¿cómo se responde a esto sin verse tentado a justificar los “actos de generosidad” del crimen organizado? Porque claramente no basta con competir con las mismas tácticas.

Primeramente, no se trata de regalar juguetes más bonitos o despensas más completas, el reto está en construir un Estado que recupere su lugar en entidades, regiones, municipios, juntas auxiliares, barrios, rancherías, colonias, comunidades indígenas, ejidos, zonas periurbanas, etcétera, que han sido sistemáticamente olvidadas.

Es decir, un Estado que atienda las necesidades reales, que sea presente y legítimo. Un Estado que proteja a la ciudadanía. Que también garantice justicia social como el pilar para reconstruir la confianza y el tejido social.

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¡Feliz 2025!

Deseo dos cosas: que este año sea un lienzo donde cada uno de ustedes plasme con intención y claridad los colores de sus sueños más profundos, dando forma a un futuro lleno de propósito. Asimismo, que este espacio sea un puente hacia ideas que nos desafíen y nos enriquezcan.

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Editor: Fabián Sánchez

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