Don Goyo a 30 años de su despertar
A 30 años de su reactivación, el Popocatépetl ha tenido una gran influencia en la vida cotidiana, en las acciones de prevención, pero también en la cultura de las poblaciones y ciudades en su entorno.
El Popocatépetl ha formado parte del paisaje del Valle de México desde tiempos prehistóricos, y ha formado parte de la cultura de los asentamientos humanos históricos en dicha zona, lo que ha inspirado leyendas y rituales hasta volverse una suerte de Dios Volcán.
Tras el último despertar del coloso, el 21 de diciembre de 1994, la relación con las sociedades en su entorno, si bien no ha cambiado, sí se ha intensificado, incluso ha generado desde cambios en las políticas gubernamentales hasta una nueva cultura de la protección civil, pero también ha impactado en la firme de ver al mundo y ha revivido las viejas leyendas y hasta propiciado nuevas.
A 30 años
Antes de 1994, se tenía la idea de que el Popocatépetl era un volcán extinto, sin embargo el 21 de diciembre de ese año, el coloso se reactivó después de casi 70 años de inactividad; éste evento marcó el inicio de un periodo de actividad volcánica constante, con emisiones de ceniza y gases que afectaron la vida cotidiana de las comunidades cercanas.
Posteriormente, en diciembre de 2000, el volcán tuvo una de sus erupciones más fuertes; expulsó grandes cantidades de ceniza y material incandescente. Este evento llevó a la evacuación de miles de personas en las comunidades circundantes.
Una década después, en abril de 2012, el Popocatépetl registró una serie de explosiones que generaron columnas de ceniza de hasta 3 kilómetros de altura. La actividad volcánica se intensificó, provocando la emisión de fragmentos incandescentes y flujos piroclásticos.
Siete años después, en marzo de 2019, el volcán tuvo una serie de explosiones que produjeron columnas de ceniza de hasta 5 kilómetros de altura; el evento fue notable por la cantidad de material expulsado y la duración de la actividad.
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Unos meses después, en enero de 2020, el Popocatépetl tuvo una erupción que generó una columna de ceniza de 6 kilómetros de altura. La actividad volcánica incluyó explosiones y la emisión de fragmentos incandescentes, afectando a varias comunidades.
Finalmente, en mayo de 2023, el volcán registró una serie de explosiones que produjeron columnas de ceniza de hasta 4 kilómetros de altura. El evento fue acompañado por la emisión de gases y fragmentos incandescentes, lo que llevó a la activación del Semáforo de Alerta Volcánica en amarillo fase 3 y su posterior regreso a fase 2.
Auge de protección civil
Desde la reactivación del coloso en 1994, cambió la forma de ver e interactuar y reaccionar a su actividad; esto ha propiciado la implementación de sistemas avanzados de monitoreo, incluyendo estaciones sismológicas, cámaras infrarrojas y radares.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) y la UNAM han jugado roles cruciales en la vigilancia y monitoreo continuos del volcán.
Producto de lo anterior, es que las autoridades han llevado a cabo evacuaciones preventivas en varias ocasiones, para garantizar la seguridad de las comunidades cercanas.
Se han llevado a cabo acciones de educación y de preparación para minimizar los riesgos asociados a la actividad volcánica.
Además, tras 1994, se estableció el Semáforo de Alerta Volcánica, como sistema de alerta temprana para la gestión de riesgos y la protección de la población.
Carlos Valdés González, investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGEF) de la UNAM, durante un Foro titulado El pasado del volcán: elementos para evaluar los peligros, parte del Simposio 30 años de la Reactivación del Popocatépetl señaló que “…si hace tres décadas hubiéramos contado con las estaciones de monitoreo que hoy tenemos, probablemente habríamos podido observar cambios más sutiles y eventos pequeños” para comprender más al volcán.
El Dios Volcán
La relación de los poblanos con el Popocatépetl ha evolucionado significativamente; para las comunidades en los alrededores, el volcán no es una fuente de riesgo, sino un símbolo cultural y espiritual.
Es más que una montaña que baña las comunidades de ceniza, y las sacude con sus tremores armónicos, es vida, es fertilidad para la tierra, es una fábrica de agua, es Don Goyo.
Las comunidades han desarrollado una resiliencia notable, adaptándose a vivir con la constante presencia de Don Goyo.
Al respecto, el sociólogo de la BUAP Luis Hernández, señaló que “el Popocatépetl ha influido en la identidad cultural de los poblanos; se ha convertido en un símbolo de resistencia y adaptación; las comunidades han desarrollado una resiliencia notable, integrando el volcán en sus narrativas culturales y espirituales”.
En el mismo tenor el Antropólogo de la BUAP Julio Glockner Corte, en su libro Los volcanes sagrados: Mitos y rituales en Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, analiza cómo los volcanes han influido en las creencias, rituales y festividades de las comunidades que habitan en sus alrededores, desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad.
El ensayo destaca la importancia del Popocatépetl en la cosmovisión nahua, “donde los volcanes no son solo formaciones geológicas, sino ejes de la vida religiosa y agrícola de las comunidades (…) los volcanes son vistos como entidades sagradas que comunican el destino personal y colectivo de las comunidades”.
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También destaca que, desde su reactivación en 1994, el volcán reforzó la percepción de una “fuerza poderosa y sagrada”.
El libro consigna que hay una leyenda que se ha transformado, cuenta que Don Goyo, el espíritu del volcán, ha tomado la forma de un anciano que aparece en los sueños de los tiemperos, pobladores que realizan rituales para calmar al coloso y que atraiga la lluvia, para advertirles sobre erupciones inminentes.
Según la cosmovisión local, “éste guardián les da instrucciones sobre cómo proteger a sus comunidades y realizar ofrendas adecuadas; para ellos el volcán no es un peligro, en sueños advierte a los temporeros si habrá algún peligro”, explico Glockner Corte en entrevista.
Otra leyenda moderna habla de una mujer hecha de ceniza que aparece en las noches de actividad volcánica intensa.
Los pobladores dicen que esta figura es el espíritu de una antigua sacerdotisa que protegía el volcán y que ahora advierte a los habitantes sobre los peligros inminentes.
Editora: Socorro Juárez
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