Legitimización en los hechos: el adiós de Sergio Salomón | Historias de un joven reportero
La vertiginosa irrupción de Morena al poder en apenas un lustro desde su creación hasta su ascenso a la presidencia de la República de la mano de Andrés Manuel López Obrador, tiene un común denominador: el respaldo social.
No por nada uno de los estandartes de Morena, el movimiento social más importante de las últimas cincuenta décadas en México, es aquella frase que reza “con el pueblo todo y sin el pueblo nada”.
Ningún líder político había tenido un respaldo social tan vasto como el de López Obrador, quien –de manera inédita– lo logró traspasar a sus alfiles como Claudia Sheinbaum, quien ahora, aunque su liderazgo político se le escatime y minimice, comanda a la Cuarta Transformación iniciada por el tabasqueño.
La gran fortaleza del Movimiento Regeneración Nacional estuvo a ras de suelo, desde donde AMLO construyó ese gran base social que lo llevó a convertirse en el 2018 en el candidato presidencial más votado en la historia de las elecciones en el país y, seis años, en comandar la victoria de Sheinbaum Pardo, superar su récord en las urnas y ser el presidente saliente con los niveles más alto de aprobación.
Todas y cada una de las acciones de López Obrador y Morena, desde proyectos, reformas de ley y programas sociales, contaron con el respaldo totalitario del pueblo, que en todo momento se manifestó en las urnas.
La legitimización pública a través del voto ciudadano.
En las pasadas elecciones del 2 de junio, Alejandro Armenta cumplió esta máxima del lopezobradorismo: solo hay una forma de ser legítimo frente al pueblo y esa es a través del voto.
El gobernador electo se convirtió en el candidato a gobernador más votado en la historia de Puebla y estuvo a nada de romper el techo de dos millones de votos.
La hazaña de Armenta Mier, como lo hizo López Obrador, fue producto del trabajo de tierra de años (más de 20 años para ser preciso), en los que el futuro mandatario poblano le dio más de una vez la vuelta al estado y recorrió cada rincón de la entidad para ganarse no solo votos y adeptos, sino por el contrario, el respaldo social.
Durante su segundo y último informe como gobernador de Puebla, Sergio Salomón Céspedes, construyó una frase que debería pasar las memorias doradas de Puebla por honesta y brutal: “no pude legitimarme en las urnas, pero lo hice a diario en los hechos”.
Céspedes Peregrina es el ejemplo perfecto del hombre y sus circunstancias.
Y es que a Sergio Salomón, al que le quedan 19 días al frente del Ejecutivo local, la vida le cambió la noche del 14 de diciembre cuando el Congreso del Estado, en medio de un ambiente enrarecido y voraz, lo nombró gobernador sustituto tras la muerte de Miguel Barbosa.
Cierto como lo es, Céspedes Peregrina es gobernador sin obtener un solo voto de los poblanos y por un trámite administrativo. Él mismo lo reconoce y lo acepta.
Pero, lo que el gobernador de Puebla también suscribe es el trabajo incansable que hizo durante estos 24 meses, en los que se dedicó a recorrer los 217 municipios del estado para llevar obras, proyectos y acceso al gobierno del estado para ganarse esa legitimidad pendiente a base de tierra y suela.
No hubo un solo día, de los 729 que durará su gestión, en los que Sergio no intentase ganar ese respaldo ciudadano que solo dan los votos.
La asignatura pendiente se convirtió en un reto personal.
Céspedes entendió a la perfección la máxima lopezobradorista del “amor del pueblo bueno y sabio” y sobre eso guio cada una de sus acciones.
El gobernador Sergio Salomón será recordado así, como ese hombre que no logró ganarse los votos de los poblanos, pero sí su reconocimiento a base de trabajo diario y arduo.
Una tarea para nada sencilla.
Sí, el voto democrático también se gana con acciones.
Un gobierno presente, pero también un gobierno con legitimidad.
Tan claro como eso.