Alteridades | Imperfecto
¿Te ves al espejo y no te gusta lo que ves? ¿Crees que tu cuerpo, tu rostro, tu piel, tu pelo, son imperfectos? Bueno, no te preocupes, no eres la única persona que vive eso y no es tu culpa. No existen cuerpos perfectos, no al menos avalados por ninguna ciencia conocida en la actualidad; lo que tenemos son modas que se mueven a capricho de los intereses económicos detrás de marcas de ropa, productos para el cuidado de la piel, el pelo, entre muchos otros.
Además, como resultado de ideas seudocientíficas y de delirios eurocéntricos de grandeza, se afirma que el cuerpo perfecto debe ser de tez blanca; musculoso, pero delgado; atlético y definido; sin celulitis, ni cicatrices y, muy recientemente, como comentamos semanas atrás, sin tatuajes, perforaciones o alteraciones físicas, lo que se ha denominado el “clean look”.
“Hoy en día -nos dicen en el portal de Mujeres en Frecuencia A.C.-, uno de los mayores desafíos que enfrentan nuestros niños, niñas y adolescentes es la comparación constante entre los cuerpos fabricados y retocados que ven en las redes sociales y la cultura popular, y los cuerpos reales que encontramos en la vida cotidiana. El problema radica en que las imágenes que ven parecen perfectamente normales, pero presentan una versión completamente artificial del cuerpo humano. En contraste, los cuerpos reales, con toda su belleza, diversidad e imperfecciones, son percibidos como grotescos, feos y «fuera de control» cuando son compartidos en redes sociales”.
En efecto, un cuerpo normal tiene gorditos, cicatrices, estrías, celulitis y un largo etcétera, no sólo derivados de nuestra propia genética, sino de nuestra vida cotidiana, marcada por nuestros hábitos alimenticios, nuestro sedentarismo; a su vez, de fenómenos difíciles de controlar, como los cada vez más dañinos rayos del sol o la contaminación del aire, aspectos que pueden dañar nuestra piel y pelo.
Ese “cuerpatzo”, “pelatzo” y “rostratzo” hiper sexy que vemos en redes sociales o está modificado con filtros, posturas mañosas, tomas desde ángulos convenientes, o es producto de años en el gimnasio, de cirugías estéticas y tratamientos costosos y, en no pocos casos, peligrosos. Y, así y todo, si nos fijamos bien, nadie se escapará de tener alguna cicatriz indecorosa, un crecimiento de vello caprichoso, lunares inconvenientes, arrugas delatoras o un obstinado gordito impertinente.
Según nos dice el portal antes citado, esta obsesión por el cuerpo perfecto “está enseñando a nuestros niños y niñas que los cuerpos deben ser objetos modificados y controlados, siempre en busca de una mejora constante para alcanzar un ideal inalcanzable.
Se les inculca que, sin importar cuánto esfuerzo dediquen, nunca será suficiente, ya sea a través del ejercicio, la dieta o incluso las cirugías”. Y, curiosamente, para paliar esta insatisfacción existen productos de belleza, suplementos alimenticios, dietas infames, métodos mágicos y de dudosa efectividad, “medicamentos” y procedimientos que o no cuentan con los permisos apropiados o han sido obtenidos de forma mañosa.
Lo que es peor, una consecuencia clara de esto lo tenemos en el caso de Paloma Nicole, niña de catorce años que murió en el quirófano mientras le colocaban unos implantes mamarios con la autorización de su propia madre. Debemos empezar a aceptar nuestros cuerpos y modificar aquello que afecte nuestra salud, no por seguir modas y esquemas impuestos; por supuesto, para ello será necesario abandonar los estereotipos de belleza asumidos por siglos de colonialismo físico, moral y económico.
Es difícil, pero no imposible. Imaginemos lo mucho que cambiaría nuestro estado de ánimo, nuestra autoestima, si nos aceptáramos tal cual somos. Abracemos nuestra imperfección, que no ha nada más humano que eso.



