Reír para Entender

“El límite del humor es cuando el otro deja de reírse”.
Así lo dice Lucho Miranda, comediante chileno con discapacidad, que ha hecho reír —y reflexionar— a toda Latinoamérica… empezando por él mismo.
A los 30 años, Lucho se ha convertido en una estrella del stand-up. Pero no empezó en grandes teatros: arrancó en su cuarto, haciendo shows para sus amigos y unos cuantos seguidores. Hoy tiene más de dos millones en Instagram.
En sus shows, lanza frases como: “¿Cómo conseguí este físico? Asfixia al nacer.” Humor ácido, sí. Pero también una herramienta poderosa. Porque cuando la discapacidad se ríe contigo, el mundo empieza a verla distinto.
Al nacer, Lucho sufrió una asfixia de ocho minutos que le provocó una parálisis cerebral. Tiene un 70% de discapacidad física. Y lejos de esconderlo, lo convirtió en su superpoder.
“Si haces ver que algo te molesta, te van a seguir molestando más fuerte. Así que decidí jugar con eso. Mi discapacidad era diferente. Y en esa diferencia, encontré mi voz.”
Y vaya si encontró una. Hoy hace giras por toda América Latina con su tour “Abriendo las manos”, y ha logrado algo fuera de lo común: que la gente pague por ver a un comediante con discapacidad… y salga llorando de la risa. Pero también es atleta, podcaster, contador y medallista de oro en los Juegos Paralímpicos chilenos. “Mi discapacidad se puede trabajar”, dice. Y lo demuestra cada día.
En sus shows, cede el micrófono al público. Una vez, alguien en silla de ruedas le dijo:
“Yo aprendí contigo que si tú puedes, yo también puedo”.
Y Lucho, sin perder el ritmo, respondió:
“¿Sí? ¿Echamos una carrerita?”
¿Hay límites en el humor?
—“Cuando el otro deja de reírse.”
Y por eso, él siempre está atento. Porque el humor, dice, también es empatía. Sin quererlo, se volvió referente. Para los que viven con discapacidad. Para los que acompañan. Para los que están aprendiendo a reírse de la vida.
“Nos siguen llamando angelitos o personas especiales. Aunque no lo hagan con mala intención, todavía nos infantilizan.”
Lucho está cambiando eso. Con un chiste. Con una carcajada. Con una comunidad que ya no se esconde.
Porque cuando el humor se usa para incluir, el mundo se vuelve un poco más habitable.