Refacultar o resignarse: el dilema de América Latina a cinco años del 2030 | Desde las Antípodas

La CEPAL ha sido contundente: América Latina y el Caribe avanzan hacia 2030 con una mezcla de rezago estructural, fatiga institucional y desafección social. A cinco años del vencimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), solo el 23% de las metas muestra un progreso adecuado. El resto avanza lento o incluso retrocede.
Las tres trampas señaladas por el informe —bajo crecimiento, alta desigualdad y baja institucionalidad— no solo afectan indicadores macroeconómicos, sino que minan la energía vital de los pueblos: su capacidad de agencia. Por eso, más allá del discurso tecnocrático, el gran desafío es uno que rara vez se menciona: el refacultamiento ciudadano.
Refacultar es devolver a la ciudadanía la capacidad de incidir, de imaginar horizontes posibles, de construir lo común desde lo local. Es lo contrario a la resignación, al repliegue individual frente a un Estado desbordado o ausente. Y es justamente lo que falta en muchas de las estrategias regionales: no se trata solo de políticas bien diseñadas, sino de sujetos colectivos fortalecidos.
Cuando la CEPAL habla de la necesidad de “transformaciones estructurales” en once frentes (protección social, cambio productivo, educación, digitalización, integración regional, etc.), también está hablando —aunque no lo diga con esas palabras— de la urgencia de reconstruir el músculo cívico, organizativo y deliberativo de nuestras sociedades.
¿Qué hacer entonces?
- 1. Territorializar el cambio, pero con ciudadanía activa: Localizar los ODS no puede limitarse a traducir metas. Se requiere formar sujetos capaces de disputarse el destino de sus comunidades, exigir presupuestos justos, vigilar el gasto público y articularse con otros. Esto solo es posible si invertimos en educación cívica, en metodologías participativas reales y en marcos normativos que reconozcan a la sociedad civil como actor estratégico.
- 2. Institucionalizar la anticipación, con participación: La CEPAL propone plataformas de gobernanza anticipatoria. Correcto. Pero esas plataformas deben tener un pie en la inteligencia técnica y otro en la sabiduría social. La prospectiva no sirve si no se conecta con los sueños y dolores de quienes habitan el territorio. Sin participación sustantiva, será otra mesa de expertos desconectada del suelo.
En vez de concentrarse únicamente en lo que falta, la región necesita reconocer los brotes de esperanza que ya existen: redes de mujeres que sostienen la vida, juventudes organizadas contra el extractivismo, pueblos indígenas que defienden el equilibrio socioambiental, movimientos urbanos que reinventan el derecho a la ciudad.
Allí se juega el futuro: no en las capitales financieras del mundo, sino en los márgenes donde las personas todavía creen que otra forma de vivir es posible. El refacultamiento ciudadano no es solo una estrategia: es la condición de posibilidad para que cualquier transformación perdure.
O América Latina apuesta por el refacultamiento de sus pueblos, o seguirá repitiendo la historia de planes bien intencionados sin sujetos que los sostengan.
A cinco años del 2030, no basta con preguntarnos cuánto hemos avanzado. Hay que preguntarnos también: ¿Quiénes estamos avanzando y con qué fuerza?
@ojedapepe