Tras la muerte del Papa Francisco, comienzan los preparativos para sus exequias y el cónclave que elegirá a su sucesor. La responsabilidad de seleccionar al próximo líder de la Iglesia Católica recae en el Colegio Cardenalicio, compuesto por 252 cardenales, de los cuales 135 tienen derecho a voto. Los 117 restantes son cardenales mayores de 80 años, quienes pueden participar en los debates, pero no en la elección.

El Decano del Sacro Colegio Cardenalicio convoca a una reunión presencial 15 días después del fallecimiento del Papa. Entre su muerte y la elección del nuevo Pontífice, se abre un periodo conocido como “Sede Vacante”, durante el cual el gobierno de la Iglesia queda a cargo del Colegio Cardenalicio, que solo puede tratar asuntos ordinarios y urgentes.

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Cuando comienza el Cónclave en Roma, los cardenales asisten a una misa en la Basílica de San Pedro y no pueden retirarse ni comunicarse con personas ajenas al proceso. Posteriormente, se trasladan a la Capilla Sixtina para votar de manera secreta. Cada cardenal escribe en su boleta el nombre de su candidato, debajo de la leyenda “elijo como Sumo Pontífice”, y, según su antigüedad, deposita la papeleta en un cáliz.

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Para ser elegido Papa, un cardenal debe obtener dos tercios de los votos, y no se permite que un cardenal vote por sí mismo.  Si no se alcanza el consenso, se realizan hasta cuatro votaciones diarias durante los primeros dos días del Cónclave. Si el proceso se extiende, el cuarto día se dedica a la oración y al debate interno, y pueden realizarse hasta siete rondas adicionales de votación.

Cuando no hay un acuerdo, las papeletas se queman junto con una sustancia que produce humo negro. Una vez elegido el Papa, las papeletas se queman solas, y el humo que sale es blanco.

Con información de Legado 2.0

Editora: Socorro Juárez

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