Néstor Camarillo: El arquitecto del derrumbe | La pasarela



Hay quienes heredan ruinas y hay quienes las construyen.

En Puebla, el PRI no solo se desmorona: ha sido cuidadosamente erosionado desde dentro por quienes juraron defenderlo.

Y entre los escombros, todavía se escucha la voz de Néstor Camarillo, líder estatal del tricolor, reclamando autoridad como si dirigiera un castillo en pie.

Pero el castillo ya no existe.

Apenas quedan ladrillos sueltos, grietas en cada esquina, y una militancia desmoralizada.

¿Qué lidera entonces Camarillo? ¿El silencio? ¿La ausencia? ¿Los restos?

El PRI en Puebla está en terapia intensiva, pero Camarillo, lejos de salvarlo, le está dando la puntilla mientras se corona como un dictador chiquito aferrado al trono.

La bomba estalló la semana pasada: más de 3 mil jóvenes de la Red Jóvenes x México, según Claudio Bañuelos, exlíder de esa camarilla tricolor, agarraron sus chivas y le dijeron adiós al expartidazo.

¿La razón?

El hartazgo contra un Camarillo que apesta a corrupción, nepotismo y autoritarismo, todo con el visto bueno de su compadre Alejandro “Alito” Moreno.

Lo cierto es que desde que asumió la presidencia estatal del PRI en 2020, los números hablan con crudeza.

En 2018, el partido gobernaba 78 municipios poblanos.

Para 2024, esa cifra se redujo a apenas 32, ya sea en solitario o coalición.

En las elecciones estatales de 2024, el partido obtuvo apenas el 7.28 % de los votos, quedando como cuarta fuerza política.

En la contienda por la gubernatura, su aporte fue igual de pobre: solo el 7 % del total.

Y como si fuera una broma de mal gusto, su dirigencia culpó al PAN del fracaso.

A veces es más fácil culpar al viento que aceptar que uno mismo dinamitó las paredes del edificio.

Desde 2019, el tricolor ha perdido el 80% de su fuerza en el país, y en Puebla, Camarillo es su alfil perfecto: obediente, calladito, pero eso sí, con las manos metidas en el pastel.

La reforma estatutaria de 2024, que le dio a Alito un boleto para seguir mangoneando hasta 2032, también le asegura a Néstor su reinado, aunque la base lo repudie.

¡Arreglo entre compas!

El PRI, que alguna vez fue maquinaria imparable, se volvió un vehículo abandonado en medio del camino.

Y sin embargo, ahí sigue Camarillo, como el arquitecto del derrumbe que aún camina entre los escombros, convencido de que dirige un palacio.

Es como el actor que no baja del escenario, aunque el teatro esté en llamas y el público se haya ido hace rato.

¿Responsabilidad? Ninguna.

¿Autocrítica? Cero.

¿Renuncia? Ni soñarlo.

El PRI poblano no solo está en crisis: está en coma, y su dirigente sigue peleando por seguir al frente de la cama del enfermo, como si con eso lo mantuviera con vida.

Hoy, no encabeza un partido: administra un mausoleo.

Y así pretende que sea, por los siglos de los siglos, a costa de todo.

Tiempo al tiempo.

Por: Jorge Castillo

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