Los festivales del terror | Tremores

Tremores. Cuánta civilidad y orden falta al país para desarrollar festivales culturales, artísticos y musicales sin que haya un incidente fatal. Historias hay muchas, y el común denominador es la falta de respeto a reglas, así como a los asistentes. Como lo sucedido este sábado en el AXE Ceremonia, el cual tuvo como saldo dos jóvenes periodistas muertos cuando les cayó una grúa con un artilugio publicitario. Y como sucede en estos hechos letales, todos se echan la bolita: los organizadores, la alcaldía Miguel Hidalgo y el Gobierno de la Ciudad de México. Nadie se hace responsable por el deceso de los fotógrafos Berenice Giles Rivera y Miguel Ángel Rojas, que trabajaban para el sitio Mr. Indie y quienes cubrían el evento. A pesar del incidente, el festival continuó, pero las actividades del domingo fueron suspendidas por las autoridades de la alcaldía, que encabeza Mauricio Tabe. Uno de los señalamientos es que la grúa de marras no fue reportada por los organizadores, la cual tenía un elemento que, por su peso y los vientos que hubo en la capital, provocaron su caída. Eso del lado de quienes organizan y la autoridad, pero también se cuecen habas en el aspecto de comportamiento de los asistentes. Cuántos hechos de violencia se han registrado en actividades masivas al calor de las chelas, alcohol o consumo de sustancias, se pierden los estribos. Cómo no olvidar, en la capital de Puebla, los bailes sonideros donde, literal, se decía “si no hubo muertos, no hubo fiesta”. Se normalizó en las décadas de los 80’s, 90’s y los dos miles que la violencia era necesaria para el disfrute de un bailongo, de un concierto o de un festival. Hace muchos años, en los albores del nuevo siglo, el que esto escribe atestiguó un festival rave en Cholula, donde había un excesivo consumo de sustancias como marihuana, éxtasis, cocaína, hongos alucinógenos y peyote, así como de cervezas y alcohol como para acabarse la reserva vitivinícola del país. Fueron más de 36 horas de punchis punchis, convirtiendo aquel predio (que ahora es un domicilio particular) en una sucursal de Sodoma y Gomorra. Sí, es parte del disfrute juvenil, no nos damos golpes de pecho. El problema fueron los navajeados en una reyerta, de quienes sólo se supo que fueron llevados a un hospital. La violencia es el pan nuestro de cada día, y ni las exposiciones culturales y artísticas se salvan. Habría que hacer algo empezando por nosotros mismos.
¿O no?