Feminismo o revancha



El pasado 8M, fue la ocasión de atestiguar nuevamente las marchas que en muchas partes del mundo, tienen el objetivo de conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Nuevamente, y a través de imágenes retomadas por los medios de comunicación e incluso, por los propios asistentes a la movilización, fuimos testigos de los daños a vehículos estacionados, edificios históricos y también personas golpeadas cuyo craso error fue estar ahí en el momento menos indicado.

Las pintas a los monumentos o paredes se han vuelto un lugar común, al igual que la ruptura de vidrios de locales e instituciones públicas. Las promotoras de la marcha feminista acuden algunas veces armadas con bombas caseras, palos, piedras o cualquier objeto que pueda ser lanzado con el claro objetivo de dañar todo aquello que consideran un “símbolo del patriarcado”.

Se ha vuelto una tradición que las autoridades desaparezcan durante la movilización, limitándose en el mejor de los casos a colocar vallas para repeler las agresiones al patrimonio público, aunque hay casos (una minoría), en que los Estados han determinado proceder legalmente contra las asistentes, aumentando la ira de los Colectivos Feministas.

El nuevo Dogma feminista

Ante la pregunta de ¿Qué relación tiene promover un evento o performance a todas luces violento con la exigencia (inobjetable) de justicia para las mujeres? La respuesta de los colectivos se ha replicado, generando una nueva clase de dogma: ¿Qué prefieres, los edificios, los monumentos o la vida de las mujeres? Dicho sea de paso, la respuesta resulta tan siniestra como contraria a toda lógica posible. Quienes defienden la destrucción como una alternativa, estarían aceptando que las marchas del 8M son motivadas por una venganza, una abierta revancha que a su paso no reconoce diálogo posible. También, una nueva manera de asimilar la antigua “Ley del Talión”, con su lema de “Ojo por ojo diente por diente”, esta vez enarbolado por quienes dicen representar a la sociedad civil, si no organizada, si armada para una escenificación que replica la violencia contra la que dice luchar.

Un embuste moralista

Además, quienes se han suscrito a esa clase de feminismo radical, en la inteligencia de que no existe un solo feminismo, sino muchas maneras de percibir la presencia de las mujeres en la vida pública, cultural e intelectual, han creado una serie de definiciones que además de ser timoratos, también son filosóficamente insostenibles: como aquello del “micromachismo”, y otros neologismos que huelen a importaciones anglosajonas. Ese mismo feminismo tóxico que no admite diferencias, ni promueve el pensamiento crítico como una vía de entendimiento, ahora llega de diferentes maneras a través de los medios de comunicación, las tendencias de las redes sociales, e igualmente, toda una arquitectura legaloide que amenaza la libertad de expresión en pleno siglo XXI.

Leyes por sentimientos

Los brutales embates ideológicos de las feministas radicales, han logrado colgarse de una verdad muy oscura: la violencia que todos los días amenaza este país con el peligro de la consecuente normalización. Pero esa violencia no va contra las mujeres únicamente, también contra los hombres que diariamente padecen los secuestros del crimen organizado, las extorsiones, los homicidios, y asimismo la ausencia de una justicia realmente equitativa. Las víctimas de la violencia somos todos, los que la viven en carne propia, pero también los que la vivimos en el seno del hogar mismo: ¿Quién no ha padecido alguna clase de violencia en este país?. Ante esa verdad, sería bueno preguntarnos si lo que queremos como sociedad es una revancha, una venganza pública malévolamente amparada en la libertad de expresión; o la exigencia de tener gobiernos realmente plurales, y el acceso a leyes para todas y todos.

Respecto a la justicia en México, esta sigue siendo un aparato costoso e ineficiente, donde además existen leyes de supuesta avanzada, que incluso tipifican como violencia política de género casi cualquier clase de expresión; amordazando el diálogo, convirtiendo al devenir social en un aparador al gusto de aparentes movimientos progresistas.

Cabe destacar que la promoción por la Igualdad Sustantiva y la lucha contra la violencia estructural que durante décadas ha invisibilizado a las mujeres, no son logros de los Movimientos Radicales que destruyen los edificios cada año. Esas, son conquistas de muchas académicas, investigadoras, autoras y políticas como Elvia Carrillo Puerto, Concha Michel, Hermila Galindo, Rosa Torre González, Rosario Castellanos, Griselda Álvarez, y muchas otras mujeres anónimas, sin olvidar a la admirada Marta Lamas; que durante décadas ha impulsado la existencia de cooperativas y proyectos que defienden los derechos humanos de las mujeres.

Es importante señalar, que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, ha sido tomada por asalto por organizaciones y financieros internacionales que dictan a este organismo las normas que impulsa, muchas de ellas totalmente retrógradas, como el hecho de que las niñas y los niños puedan cambiar su género en el acta de nacimiento, aún sin tener la mayoría de edad, por ejemplo. Las llamadas leyes progre, no van amparadas por ninguna estadística ni investigación jurídica de fondo, tampoco contienen el respaldo de la sociología, ciencia fundamental, son impulsadas fast track en los Congresos de los Estados para congraciarse con los colectivos y movimientos que se dicen “inclusivos”.

Tal es el caso de la despenalización de la marihuana, o el caso más controversial con el aborto (ambas legislaciones tomadas como una sola bandera) sin que hasta el momento exista ninguna prueba contundente de que la aplicación de dichas leyes contribuya a atenuar las adicciones, ni tampoco a mejorar los derechos humanos de las mujeres.

La causa y no el género

Atender las causas que originan la violencia, promover campañas de concientización y prevención, debiera ser el motor de los gobiernos en México. En lugar de eso, los congresos han dejado de legislar con la cabeza, y el gobierno abandonado su obligación de promover políticas públicas realmente incluyentes, para entregar las calles a grupos que no buscan un cambio de consciencia, sino una abierta revancha que de continuar así, podría tener muy graves consecuencias en el tejido social. Si hoy son las calles por razones totalmente emocionales, o los transeúntes que por ser hombres son culpables por heredad del llamado “patriarcado”, ¿mañana que será? Un gobierno que decidió abortar su legítimo derecho de contención, ¿entregará a personas para ser linchadas públicamente, y así solventar su abierta incapacidad moral? ¿Frente a qué estamos? Una nueva clase de anarquía donde todos juegan a hacer su trabajo, mientras la muerte aumenta convirtiéndose en una sombra que todo lo oscurece.

¿Las personas irán a la cárcel por una palabra mal empleada? ¿Libertad de expresión es culpar a todos por las consecuencias de una sociedad en desgracia? Una sociedad que no ha llegado a su mayoría de edad moral, y que sigue esperando que la solución venga del cielo, o que algún decreto presidencial nos absuelva del derecho a mirar hacia el futuro.

Fobias y filias

El Estado tiene la obligación legal de ahondar en el estudio del feminicidio, de clarificar o delimitar el tipo penal. ¿Cuántos de los asesinatos contra mujeres (deleznables todos) son motivados por la desigualdad de género, es decir, con el claro objeto de subordinar y marginar? ¿cuántos de esos mismos crímenes son motivados por causas ajenas a ese elemento? La sociedad merece un estudio detallado de los juristas y legisladores, unos, creadores de leyes que a menudo se otorgan para callar voces discordantes, los otros, impulsores de reformas fast track; que no resuelven el problema de fondo.

Según las cifras del INEGI, en México las mujeres viven más años que los hombres. En el 2010, el indicador fue de 77 años para mujeres y 71 para hombres. En 2022, se ubicó en 78 años para las mujeres y poco más de 72 para los hombres. Según Datosmacro.com, de los 32.252 homicidios que se producen en México, la mayor parte fueron hombres, siendo la cifra de 28.243. Si bien, se analiza el entorno social que engloba los homicidios, también los feminicidios requieren un análisis crítico y a fondo.

Ahora bien, por el hecho de morir más hombres que mujeres, ¿se tipificará el delito de masculicidio, hombricidio, androcidio? ¿Saldrán a las calles los deudos de los hombres muertos a quemar los edificios? ¿Se culpará de la desgracia nacional a todas las mujeres que también son violentadoras o han decidido abandonar a sus hijos?

Soros el feminista burgués

Otro análisis, merece el financiamiento de dichos movimientos radicales, que como ya se ha visto no tienen el objeto de buscar justicia sino de violentar ¿de dónde obtienen su capital? La respuesta estaría, mayormente en la organización Open Society, fundada por el empresario George Soros, un personaje sin escrúpulos, acusado de dividir a las sociedades del mundo con sus “recetas progresistas”.

Lo anterior no es para nada una teoría conspiratoria, todo lo contrario, al entrar al portal de dicha organización es notorio su interés por temas que ellos consideran torales, y que Soros ha logrado imponer a las agendes gubernamentales del mundo: la despenalización del aborto y la marihuana, la identidad de género a través de los derechos LGBTT. Es tanto el poder y la influencia de este oscuro personaje, que incluso es el principal patrocinador del Partido Demócrata de los Estados Unidos, amigo y maestro de la ex candidata presidencial Hillary Clinton.

 Tan solo en junio del 2021, Open Society anunció que destinaría 100 millones de dólares para las movilizaciones feministas. Durante el marco de llamado “Paro feminista” del 2020 en México, algunas voces acusaron a dicha organización de estar detrás de las protestas, la respuesta de Open Society no se hizo esperar: la vocera Laura Silber, aclaró que Soros no organizaba la movilización. Sin embargo, Silber admitió que Open Society apoya financieramente a muchas organizaciones, y que probablemente algunas de ellas “por libre voluntad” asistirían.

Renovación ética y moral de México

Soros, al igual que otros representantes de las élites, busca dos cosas fundamentales en su cruzada desestabilizadora:

  • 1) Evitar que las personas decidan procrear y reproducirse.
  • 2) Sembrar el odio y el caos en las sociedades del mundo.

La guerra de las élites no es favor de la inclusión, tampoco les importa la causa de las mujeres. Su objetivo es contra la vida y el pensamiento humano, secuestrando las causas originariamente populares; bajo el manto de un activismo totalmente espurio.

La única receta posible para enfrentar a Soros y el control férreo que ejerce sobre los gobiernos y el sistema judicial de América, es la información. México, más allá de un cambio de régimen, necesita una renovación ética y moral; algo que jamás provendrá de los partidos políticos, mucho menos de los gobiernos en turno. Corresponde a las sociedades avanzadas renovarse a sí mismas, sin la tutela de gurús, charlatanes, ni lobos con piel de oveja.

Por Aldo Fulcanelli

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