Terminar con las dinastías | Tremores



Tremores

Tremores. La intención de la propuesta de reforma que presentó la presidenta Claudia Sheinbaum era terminar con los llamados “cacicazgos”, las dinastías, porque hay cada personaje que es tóxico para la vida pública del país, en los municipios es brutal. Hay familias enteras que se han disputado el poder, desde los abuelos, padres e hijos, como si viviéramos en una monarquía, y para hacer eso, meten a competir a parientes, menos conocidos y sin popularidad, para obtener un cargo de elección. Así pasa en muchas localidades alejadas de las grandes urbes, por lo regular en comunidades de poca población. Pero los del Partido Verde –ese parásito de la política que, como insecto, se pega a quien tiene el poder para que le salpiquen migajas de millones de pesos y algunos puestitos, desde donde hacen y deshacen- fueron los impulsores para que el cambio a la iniciativa se ampliara a 2030. Un ejemplo de lo que hacen en el partido del Tucán es la propia familia González Torres, cuyos miembros han brincado de puesto en puesto, comenzó con el papá, siguió el hijo y, cómo no, son los dueños de la franquicia. Pero no sólo es familiar, sino también se crean dinastías de grupo, como en Movimiento Ciudadano. Si no tienen cuidado, Morena va para allá con la anexión de impresentables como los Yunes, o los Monreal. Aplican la máxima del gran César “El Tlacuache” Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.

¿O no?

Del anecdotario…

El poder iguala, y vea si no. En 2010 se dio el cambio de partido en la gubernatura del estado. Aunque el PAN dominaba la titularidad del Ejecutivo, en municipios todavía había presencia notable del PRI. Uno de estos, enclavado en la cuenca Libres-Oriental, tenía a un presidente municipal del tricolor. Antes del poder, era un maestro rural, conocido por su humildad y sencillez, pero cuando salió electo, dio un giro de 180 grados. Pasó a ser tirano, abusivo, grosero, irrespetuoso y, cómo no, tenía tintes de conformar un mini imperio en su terruño. Pasó de vestir camisas a cuadros, pantalones de mezclilla y botas industriales a tener ropa de marca, ostentosa, cadenas de oro y sombreros de millones de X. Eso, por supuesto, no sale de su sueldo como alcalde, sino de los negocios que hizo. Alguna vez, saliendo de un restaurante de lujo en la capital poblana, el que esto escribe lo abordó para saludarlo, pero salieron dos gorilas para cubrirlo, y antes de intercambiar palabras, preguntó “¿qué quieres?, ¿dinero?”. Algo que sí sucedió, es que estaba aliado con grupos de interés que le soltaron dinero por dejarlos hacer negocios en su demarcación. Terminó su periodo, fue acusado de desvío de recursos y tuvo que salir huyendo del estado. El poder saca la verdadera personalidad de cada persona. Es ley humana.

¿O no?

Editor: Fabián Sánchez

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