En el limbo educativo: niñas, niños y jóvenes migrantes | Pienso, luego existo
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En el borde de la frontera entre México y Estados Unidos, miles de niñas, niños y jóvenes migrantes de México y Centroamérica viven una realidad desgarradora. La promesa de un futuro mejor, aquella esperanza que los impulsa a cruzar países enteros, se ve truncada por las políticas migratorias del gobierno estadounidense, particularmente las implementadas con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. Restricciones cada vez más severas los mantienen atrapados en una espera interminable, mientras sus sueños de un futuro educativo y una vida digna se desvanecen.
Los menores migrantes, quienes atraviesan situaciones extremas de violencia, pobreza y desplazamiento, se ven obligados a vivir en condiciones precarias, esperando un día poder cruzar el Río Bravo y llegar al “sueño americano”. Sin embargo, la dura realidad es que la mayoría de ellos se quedarán varados por meses o incluso años, sin acceso a la educación, una herramienta esencial para cambiar su destino.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 250 millones de niños en todo el mundo se ven privados de la oportunidad de recibir educación formal. De ellos, según estimaciones de la UNICEF más de 35 millones son refugiados y migrantes, que no tienen acceso a la educación, lo que representa una vulnerabilidad para su futuro.
En América Latina, la situación es aún más grave para los migrantes. Las políticas restrictivas que limitan el acceso a la educación para los niños que esperan en la frontera no solo les quitan la posibilidad de aprender, sino que también les niegan la oportunidad de salir de la pobreza y la desesperanza. Para estos niños, la educación es mucho más que una oportunidad; es una llave que podría abrir las puertas de un futuro mejor. Sin embargo, en este limbo fronterizo, esa llave está fuera de su alcance.
El derecho a la educación es universal, y la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas lo reconoce claramente. Sin embargo, la realidad es que muchos de estos niños se encuentran en un limbo, privados de uno de los derechos más fundamentales para su desarrollo. Mientras esperan la posibilidad de cruzar al otro lado del río, sus mentes y sus corazones se ven privados de un futuro brillante, limitado a sobrevivir en un entorno marcado por la incertidumbre y el miedo.
“Educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, dijo Nelson Mandela. Para estos infantes, esa arma sigue fuera de su alcance. No solo se ven privados de aprender, sino que además pierden la posibilidad de desarrollar las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos que la vida les impone. Este vacío educativo no solo es una tragedia personal, sino una pérdida para la humanidad misma, ya que estos niños, quienes tienen tanto por ofrecer, se ven atrapados por circunstancias fuera de su control.
A veces, se verán forzados a pedir dinero afuera de los centros comerciales, o mantenerse atentos a abrir y cerrar las puertas de tiendas de autoservicio para ganarse un par de monedas y comer algo, algunos aprenderán a hacer malabares en las calles y aprovechar los altos, pero, otros los menos afortunados pueden verse obligados a entrar al mundo de la delincuencia para poder sobrevivir, pues en la travesía algunos viajan solos o pierden a sus padres durante el camino.
En este contexto, la indiferencia ante la tragedia que viven los niños migrantes es intolerable. El acceso a la educación no debe ser un lujo, sino un derecho que permita a todos los niños y jóvenes, independientemente de su nacionalidad o situación, soñar con un futuro mejor. Es imperativo que las políticas migratorias tomen en cuenta el bienestar de los niños, garantizando su acceso a la educación y a una vida libre de violencia y privaciones.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de no dejar a estos niños en el olvido. Su futuro depende de que el mundo les brinde las oportunidades que merecen, comenzando por garantizarles el derecho a una educación que los prepare para enfrentar los desafíos de un mundo cada vez más complejo.
La historia de las y los niños migrantes en la frontera es una historia de lucha. Solo cuando la educación sea accesible para todos, sin importar su estatus migratorio, podremos decir que verdaderamente hemos luchado por un futuro más justo y equitativo para todos las y los niños del mundo.
Como afirmó Leonardo da Vinci, “El aprendizaje nunca agota la mente, nunca teme y nunca lamenta, al contrario, la estimula”.
Esta frase resalta la infinita capacidad que tienen los niños para aprender y crecer, aún en las circunstancias más difíciles. Aunque estos menores migrantes enfrentan un futuro incierto, su potencial para aprender y cambiar el mundo sigue intacto. Con el apoyo y las políticas adecuadas, ese futuro podría ser brillante, puesto que la educación es un agente de cambio que puede romper la espiral de pobreza a nivel global.