Diferencias notables | Tremores
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Tremores. El empresario Carlos Slim dio con la clave para que los países crezcan: invertir. Y ofreció un ejemplo en su conferencia de prensa anual: China creció 8.1 por ciento porque invirtió el 40 por ciento de su Producto Interno Bruto. Y es lo que se comenzó a hacer en México con la llegada de la 4T: invertir recursos a infraestructura como el Tren Maya. El panorama, hasta antes del cambio de partido de nuestros vecinos del norte, era positivo. Es lo que nos diferencia de Estados Unidos, que sólo gasta y gasta en cosas que no reditúan a su población. Por ejemplo: la industria armamentista. Lo dijo, en su momento, el expresidente Jimmy Carter en una carta dirigida a Donald Trump para su primera gestión: “¿Cuántos kilómetros de trenes de alta velocidad tenemos en este país? Hemos desperdiciado 300 billones (de dólares) en gastos militares para someter a países que buscaban salirse de nuestra hegemonía. China no ha malgastado ni un centavo por la guerra, por eso nos supera en casi todas las áreas. Y si hubiéramos tomado $300 billones para instalar infraestructuras, robots, salud pública en los EE. UU., tendríamos trenes bala transoceánicos”. ¿Lo escuchó? Noup. Pero como es tanta la necesidad de obtener recursos, y para no sangrar más a las y los gringos, pone aranceles a diestra y siniestra. Todo tiene una razón.
¿O no?
Zelensky, desechable
Comenzó como una piedra en el zapato del régimen ruso y terminará como muchos de los que se alían a Estados Unidos: desechado, defenestrado y, seguramente, sacrificado. Ejemplos en la historia sobran. Volodímir Zelensky, el aún presidente de Ucrania, tenía en mente suscribir a su nación a la OTAN para que Occidente pudiera hacer y deshacer a su antojo. Lo primero era poner misiles apuntando a Moscú, lo siguiente era arrebatar territorio y terminar con Vladimir Putin. Para eso, este comediante (no es adjetivo, a eso se dedicaba) vendió el alma de su patria al diablo, se alió con los fascistas y ultranacionalistas (nazis, les dicen en la aldea) para conformar un grupo violento que se pusiera de tú a tú con los rusos. Ahora con Donald Trump en la Casa Blanca, y sin el apoyo económico de la USAID, se quedó sin balas, sin misiles ni armas. La OTAN, en un movimiento lamentable, ya no le contesta el teléfono, ni los WhatsApp, pues comienza la etapa de sacrificio. Ya no es útil y no saben qué hacer con él. Se le nota desesperado. Mientras tanto, las tropas de Putin avanzan y toman territorio. El fin de la guerra está cerca.
¿O no?