¿El último suspiro del PRD en Puebla?
-El ocaso del PRD en Puebla está plagado de nombres, decisiones cuestionables y, sobre todo, traiciones.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD), ese que en los años 90 lideraba marchas, alzaba banderas por la democracia y coqueteaba con la esperanza de miles, hoy lucha por no desaparecer en Puebla. Como un boxeador tambaleante, busca un registro local que lo salve del nocaut que ya sufrió a nivel nacional. Sin embargo, el verdugo del PRD no vino de fuera: el partido murió a manos de sus propios líderes, de sus alianzas impensables y de su desconexión con las bases que lo sostenían.
Carlos Martínez Amador, quien lideró el partido entre 2017 y 2019, convirtió su dirigencia en un simulacro de renovación, marcado por acuerdos opacos y una gestión que solo aceleró el colapso. Vladimir Luna Porquillo, en lugar de fortalecer al PRD, lo redujo a un cascarón incapaz de conectar con los votantes o mantener su mínima militancia.
Y luego está Roxana Luna Porquillo, quien prometía ser la renovación que el partido necesitaba. Sin embargo, su candidatura perdedora en San Pedro Cholula evidenció la desconexión total con los ciudadanos. Roxana se sumó a una lista de líderes que apostaron más por la ambición personal que por el fortalecimiento de su partido.
El PRD no solo fue víctima de malas gestiones, sino de alianzas tóxicas. Sus acuerdos con el morenovallismo, encabezados por figuras como Miguel Ángel de la Rosa, desmantelaron lo poco que quedaba de las bases perredistas. En su momento, De la Rosa expulsó a liderazgos auténticos como Armando Méndez, Rodolfo Huerta Espinoza e Irma Ramos Galindo, quienes habían sido pilares fundamentales del partido. La purga interna terminó por alienar a los verdaderos perredistas, mientras las cúpulas abrazaban pactos que los alejaban de sus ideales fundacionales.
Pero el último clavo en el ataúd fue la coalición con el PRI y el PAN, en un intento desesperado por sobrevivir. Esta alianza, lejos de fortalecer al PRD, lo arrastró a compartir una derrota que reflejó la ausencia total de proyecto político y de conexión con el electorado.
Miguel Barbosa Huerta y Erick Cotoñeto, figuras clave del PRD en su momento, simbolizan la transición del partido hacia la irrelevancia. Barbosa, que alguna vez fue una de las voces más influyentes del PRD, utilizó su posición para negociar su propio futuro político. En 2017, se unió al éxodo hacia Morena, dejando al PRD debilitado y sin liderazgo en Puebla. Desde su nuevo partido, ascendió hasta convertirse en gobernador, un cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 2022.
Por su parte, Erick Cotoñeto, un operador político clave del PRD, prefirió abandonar el barco antes de que se hundiera. Su trayectoria estuvo plagada de acusaciones de corrupción y prácticas clientelistas. Al igual que Barbosa, encontró en Morena un refugio para mantenerse relevante, consolidándose como operador en la estructura de Alejandro Armenta durante su campaña.
La salida de estos líderes dejó al PRD sin cuadros, sin estructura y sin rumbo. Lo que alguna vez fue una fuerza política con ideales claros se convirtió en una caricatura de sí misma, incapaz de movilizar a un electorado que simplemente dejó de creer.
El PRD en Puebla ahora depende de las elecciones extraordinarias de marzo de 2025 para alcanzar el 3 por ciento de los votos necesarios y mantener su registro como fuerza local. Pero con una militancia desmotivada, liderazgos débiles y un electorado que apenas lo recuerda, el panorama es sombrío.
Este no es un réquiem para el PRD, sino una advertencia. Cuando un partido abandona sus principios, traiciona a su militancia y opta por liderazgos pragmáticos, está cavando su propia tumba. Como dice el refrán, “el que siembra vientos, cosecha tempestades”. El PRD cosechó traiciones, y ahora paga el precio.
La pregunta no es si el PRD puede resurgir, sino si hay alguien dispuesto a subirse a un barco que ya se está hundiendo. Porque, al final, como bien dice la sabiduría popular, “el muerto al pozo y el vivo al gozo”. Y los líderes que traicionaron al PRD ya están gozando de sus nuevas trincheras políticas.
Por Gerardo Herrera
X @Gerardo_Herrer
Editora: Socorro Juárez