De Residuos a Riqueza: Bioeconomía para Transformar a México | Entre ruidos y señales
Por: Ricardo Martínez Martínez
En un pequeño taller comunitario en Puerto Chiapas, un grupo de agricultores se reúne para aprender a transformar los residuos de plátano en biocombustibles. La idea parece sencilla: aprovechar lo que antes se desechaba para generar energía limpia y sostenible. Sin embargo, lo que ocurre allí es más profundo: se está construyendo un nuevo modelo económico que conecta lo local con lo global, lo ancestral con lo tecnológico. Este modelo se llama bioeconomía.
La bioeconomía puede parecer un término complicado, pero su esencia es clara: se trata de usar recursos biológicos renovables, como plantas, desechos agrícolas o microorganismos, para producir bienes y servicios de manera sostenible. No es solo reciclar, es repensar cómo producimos y consumimos, creando un ciclo que no agote los recursos naturales, sino que los regenere.
El informe de la CEPAL, América Latina y el Caribe ante las trampas del desarrollo publicado de manera reciente subraya que la bioeconomía es una herramienta clave para enfrentar desafíos estructurales como el bajo crecimiento, la desigualdad y la crisis climática. En América Latina, y especialmente en México, donde la biodiversidad y los conocimientos tradicionales son abundantes, la bioeconomía puede transformar sectores enteros.
Según el informe recién publicado, América Latina tiene ventajas únicas para liderar esta transformación, y México no es la excepción. Con vastos ecosistemas y una rica tradición agrícola, nuestro país puede aprovechar la bioeconomía para diversificar su economía, agregar valor a sus productos y generar empleo.
Por ejemplo:
• Los residuos del agave, tan comunes en los estados del centro y occidente, pueden convertirse en bioplásticos y fertilizantes orgánicos.
• Las comunidades indígenas en Yucatán ya colaboran con científicos para desarrollar productos medicinales basados en plantas locales.
• En Baja California, la biotecnología marina utiliza algas para producir biocombustibles y cosméticos.
Estas iniciativas no solo tienen un impacto ambiental positivo, sino que también pueden reducir la pobreza rural al generar empleos dignos y estables.
La CEPAL identifica cuatro pilares esenciales para que la bioeconomía despegue en países como México:
1. Innovación tecnológica: Financiar investigaciones que conecten la ciencia con las necesidades locales. En este sentido las Instituciones de Educación Superior son esenciales.
2. Políticas públicas audaces: Crear incentivos fiscales y normativas claras para impulsar modelos sostenibles.
3. Educación y formación: Incorporar la bioeconomía en programas de enseñanza técnica y profesional.
4. Colaboración multiactor: Fomentar alianzas entre el gobierno, las empresas, las comunidades y la academia.
Estas medidas no solo requieren inversión, sino también un cambio cultural que valore la sostenibilidad como un eje del desarrollo.
El informe también destaca que la bioeconomía no es solo una solución técnica; es un enfoque integral. Por un lado, responde a las urgencias económicas al diversificar los sectores productivos. Por otro, fomenta la cohesión social al incluir a comunidades marginadas en las cadenas de valor. Finalmente, prioriza la sostenibilidad ambiental en un momento en que el cambio climático exige respuestas urgentes.
La bioeconomía no es solo una oportunidad, es una necesidad para países como México. Representa una manera de reconciliar el desarrollo económico con el cuidado del medio ambiente y la justicia social. Pero, como destaca la CEPAL, requiere visión y voluntad para materializarla.
Si logramos articular la riqueza natural, la innovación y las capacidades humanas de nuestro país, México puede convertirse en un referente global de desarrollo sostenible. Porque la bioeconomía, al final, no solo es una estrategia económica; es una forma de construir un futuro en el que todos tengamos un lugar.
@ricardommz07