Hasta pronto Silvia!
Pocas figuras tendrán el enorme privilegio de bajar de las marquesinas, e instalarse para siempre en el imaginario popular, como sí lo consiguió Silvia Pinal (1931-2024) con sus más de 60 años de trayectoria interrumpida.
Su nombre es un mandala que conduce directamente a lo mejor del Cine mexicano para el mundo.
Cómo olvidar las imágenes de una Pinal voluptuosa como fruta fresca, caminando por las calles de un México ebrio de modernidad en los años 50’s. Podría jurar que el entallado vestido y los tacones, se encuentran adheridos a la piel de esa ninfa latina que protagonizó los sueños eróticos de muchos.
Ni siquiera Lilia Prado consiguió elevar el erotismo a grado religioso, como si lo hizo la Pinal, inquietante por ejemplo en Viridiana; donde el misticismo se entrelaza con la necrofilia y la obsesión más incisiva.
Pero antes de ese maravilloso aguafuerte obra de otro grande, Luis Buñuel, ya el director argentino Tulio Demicheli había catapultado a Silvia en una comedia ligera pero deliciosa: “Un extraño en la escalera” (1955), al lado del también internacional Arturo de Córdova
Desde entonces, Silvia Pinal se convirtió en el mejor aperitivo visual desde los años de la Diana Cazadora. Su figura de heroína picante alcanzó los lugares más recónditos de América Latina, dirigida por Demicheli nuevamente, en “Locura pasional” (1956) Silvia es a la suerte una vedette elevada a grado de objeto del deseo por el celuloide nacional.
Nuevamente Tulio Demicheli, explora las inconsecuencias de la sexualidad a flor de piel que exuda a borbotones la Pinal en “Desnúdate Lucrecia” (1958), y “Las locuras de Bárbara” (1959), esta última diseñada expresamente para conquistar al público español.
Ya en plena internacionalización, Silvia Pinal viaja hasta Italia para protagonizar “Uomini e Nobiluomini” (1959), comedia ligera donde alterna nada más y nada menos que con el legendario Vittorio De Sicca.
En España, obtiene éxito con “Maribel y la extraña familia” (1960) de José María Forqué, y “Adiós Mimi Pompón” (1961), de Luis Marquina, comedias que extraen lo mejor del desenfado de connotaciones picarescas muy propios de la Pinal. El vínculo de la actriz mexicana con el cine español, continuaría hasta los años 80s.
Pero es en esa misma década, que alcanza la consagración mundial con la película “Viridiana” (1961) del prestigiado Luis Buñuel, que una década atrás había iniciado su relación amor-odio con el cine mexicano. En dicha película, Silvia Pinal alcanza el cénit de su trayectoria demostrando estar a la altura de cualquier actriz europea.
Viridiana conquistó la Palma de Oro en Cannes para México y España, aunque la película, solo pudo verse en la península ibérica hasta 1977, perseguida por la censura del franquismo. Viridiana se convirtió en la cinta más célebre de Buñuel y un clásico de la cinematografía.
Sin embargo, la filmación no estuvo exenta de accidentes y problemas con el régimen franquista, que determinó prohibirla por considerarla heretica. Silva Pinal, consiguió extraer la única copia de la película, en una hazaña que también debería llevárse al Cine.
La película terminó de sellar el desacato permanente de la Pinal a la moral pública, iniciando una leyenda con sabor a maldición. En México, la hija de Silvia Pinal de nombre Viridiana, perdió la vida en un accidente automovilístico en la década de los 80s. Coincidencia fatal, también la nieta de la actriz de nombre Viridiana, pereció ahogada a los dos años de edad.
Heroína romántica en el Cine, damisela desenfadada, o de plano cortesana perseguida por las intrigas urbanas, Silvia rompió todos los estereotipos en las películas que filmó. Pasó de la comedia, al melodrama de lagrimazo estilo Yolanda Vargas Dulche, o la máxima severidad del cine surrealista de Buñuel.
Fue dirigida por los mejores: Emilio Fernández, Emilio Gómez Muriel, Arturo Ripstein, Henry Verneuil, Sam Fuller, entre muchos otros. No contenta con alcanzar el máximo estrellato, decidió dar el paso en la Comedia Musical, y años después abarrotó los teatros con “Hello Dolly” y “Mame”, demostrando su talento y dedicación.
En el terreno sentimental, Pinal estuvo unida en matrimonio a personajes de la vida pública tales como el actor español Rafael Banquells, el cantante Enrique Guzmán, y el productor cinematográfico Gustavo Alatriste.
Diez días después de la muerte de su hija Viridiana Alatriste, ocurrida en octubre de 1982, la actriz contrajo matrimonio con el gobernador de Tlaxcala Tulio Hernández, convirtiéndose así en la Primera Dama de ese Estado, y a la suerte Presidenta del DIF.
Consciente de su encomienda, emprendió una labor en pro de las personas vulnerables, y a favor de la cultura en Tlaxcala.
Años después, Silvia Pinal se convirtió en Diputada Federal, Asambleísta y Senadora de la República. Desde el ámbito político elevó la voz para promover el desarrollo del Teatro y las artes.
En su papel como lideresa de la ANDA (Asociación Nacional de Actores), encabezó una lucha por los derechos de los actores y actrices, logros que hasta el momento los agremiados recuerdan con especial cariño.
Su presencia inquietante, inmortalizada en un enigmático retrato pintado por Diego Rivera, la volvió un auténtico ícono sexual, lo que la llevó a ser comparada con las italianas Gina Lolobrigida, Silvana Mangano y Silvana Pampanini.
En la televisión, fue la autora y presentadora del programa “Mujer casos de la vida real”, teledrama que rompió todos los records de audiencia.
En el cine, también protagonizó otras interesantes películas que hoy se han convertido en raras piezas de colección: “Divinas palabras”, (1978) de Juan Ibáñez, basada en la pieza teatral del español Ramón María del Valle Inclán. También “Las mariposas disecadas” (1978) de Sergio Vejar, una audaz cinta que sigue dando de que hablar.
También ostenta el récord como musa de Buñuel, al ser la única actriz en trabajar con el realizador en tres cintas (“Viridiana”, “El ángel exterminador” y “Simón del desierto”).
Acorde con su presencia de mujer liberada, y como una manera de celebrar su divorcio de Enrique Guzmán, la actriz decidió posar desnuda para la revista española Interviú en 1978.
La imagen de Silvia Pinal es ya parte de la cultura popular de México. Tuvo un pie en la pujante industria fílmica de la Época de Oro, fue productora teatral, política, lideresa gremial. En la televisión terminó de coronar su celebridad.
Hoy se ha ido la última gran diva, la última diva internacional. Nos deja su rostro fresco todavía desde el espacio atemporal de las imágenes. El entretenimiento estará de luto permanente, pero la inmortalidad le aguarda ya entre divanes y plumas de pavorreal, lápices labiales y perfumes inolvidables.
Por: Aldo Fulcanelli
Editora: Socorro Juárez