Horas críticas para “Checo” | Tremores
Tremores. Cuando lea esta entrega, Sergio “Checo” Pérez estará en las horas más críticas que ha vivido como piloto de la escudería de Fórmula 1, Red Bull Racing. Seguramente, por lo que dijeron los altos mandos, están reunidos para definir su futuro. Y es que el contrato del tapatío está vigente hasta el 31 de diciembre de 2024, y el que se firmó en el verano pasado, le garantiza manejar en 2025, con la posibilidad de extender a 2026. Pero primero, el escenario: la próxima temporada es el preámbulo al cambio de regulaciones, las más grandes en décadas en la categoría reina del automovilismo. Ahora bien, fuera de las especulaciones que periodistas (los que no le atinaron deberían de renunciar por falsos y mentirosos), expertos de sillón, envidiosos de redes y críticos de petate, hay un hecho: “Checo” está sufriendo. En el corralito de prensa, tras abandonar el GP De Abu Dabi, en las entrevistas en español, se le veía decepcionado, con la voz quebrada y la mirada triste. ¿Por qué? Creemos que por habérsele quitado la careta y ver la realidad: las teorías del sabotaje comienzan a ser ciertas. Un hecho: el equipo desconectó la cámara on board del auto 11 y el audio del radio. ¿Es muy injusto lo que le pasa? Sí, por supuesto. ¿Qué será lo mejor para él? Por supuesto, salirse. A menos que Red Bull quiera hacerla de jamón y lleve este proceso a los tribunales, donde va a ganar “Checo”, si ya le ganó una demanda a Pemex, esto es cosa sencilla. Otro hecho: la escudería se está desmoronando, y “Checo” es una víctima. Lo que sí creemos, si el mexicano se va, Max Verstappen nunca volverá a ser campeón del mundo y el equipo no volverá a tener el título de constructores. Un dato adicional. En la ecuación hay que tomar en cuenta a Ford, el próximo socio de Red Bull en 2026, y quien tiene a Sergio como imagen mundial. El panorama es incierto.
¿O no?
Bisnes son bisnes
Hay quienes gustan de sacar raja de cualquier cosa, como los revendedores, ese cáncer que no es exclusivo de México, sino de todo el mundo, ni tampoco del soccer, hasta en la NFL o la NBA se da este fenómeno. Pero ver el cinismo con el que actúan en Puebla, que va a recibir el partido de ida de la final del fútbol mexicano, es asqueroso. Ni las nuevas tecnologías han podido con aquellos que lucran con el fanático que quiere ver a su equipo campeón. Pero de eso a vender los boletos de rampas, los más baratos, en más de 9 mil 200 pesos es un abuso. Nos recuerdan aquellos tiempos en los que La Franja celebraba “El Día del Club”, cuando jugaba contra el América o contra el Guadalajara, pues garantizaban llenos. El ticket está en mil 700 pesos, vía Internet, en la misma zona, donde la fila es larguísima. Una comparación: la entrada para ver el partido de la Selección Mexicana contra el Valencia, de octubre pasado, oscilaba entre 683 y 700 pesos. En temporada regular, para ver al Puebla, había que pagar 480 pesos. Es decir, el boleto para ver la final es 20 veces más caro. ¡Impresionanti!
¿O no?