Las mujeres “del Bienestar”; restos de la terca misoginia en México



Atanor

Como no se había visto antes en México, mujeres están encabezando los más altos puestos en gobiernos, al interior de los partidos políticos y otros organismos de importancia fundamental que atañen la vida pública en el país, lideradas, desde luego, por la figura de la ahora presidenta Claudia Sheinbaum, lo que representa un avance crucial en la historia de la nación.

Sin embargo, bajo este cambio de panorama, especialmente desde los sectores opositores y sus ecos en medios y redes sociales, prevalece la terca tendencia de desacreditar el trabajo de estas emergentes figuras, señalándolas a través de las condiciones con las que históricamente se les había otorgado valor desde una mirada machista: su apariencia y su sexualidad.

Estas tendencias no son nuevas ni exclusivas del reciente contexto político del país. Hace sólo algunos meses, cuando en Estados Unidos se sondeaban los perfiles para la candidatura demócrata, tras el retiro de Joe Biden por la carrera presidencial, los nombres de Michelle Obama y la misma Kamala Harris, quien finalmente tomaría ese encargo, emergieron con fuerza.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que las redes se llenaran de publicaciones que aludían a la apariencia de la exprimera Dama y otras que intentaron desestimar la labor de Harris, trayendo al presente supuestas relaciones personales con las que habría impulsado su carrera, obviando desde luego su trayectoria profesional.

En México, las mismas contendientes por el gobierno de la República, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, fueron víctimas de este escrutinio. Nunca antes en una campaña presidencial se había aludido tanto a la apariencia de candidatos como estrategia de golpeteo político como en este contexto, donde dos mujeres eran los punteros. Claro está, a pesar de su condición como profesionistas y cada una con carreras solidas que les permitieron emerger hacia la búsqueda de la presidencia, se presuponía que los factores de belleza y juventud eran imprescindibles para otorgarles cierto valor.

Ahora, desde lo que se podría llamar las “cloacas” de la oposición, ha emergido una vergonzosa y lamentable tendencia por atacar a ciertas mujeres representantes de la denominada “Cuarta Transformación”. En octubre, la senadora de Morena, Andrea Chávez fue víctima de violencia digital y sexual, luego de que el caricaturista de El Financiero, Antonio Garci Nieto, publicara una imagen, generara con Inteligencia Artificial (IA), en la que se colocaba a Chávez en un contexto sexual.

Como respuesta, la senadora interpuso una denuncia contra Garci Nieto ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México y señaló que se encontraba en evaluación psicológica para determinar los daños. Al respecto, la presidenta Claudia Sheinbaum externó su solidaridad con Andrea Chávez, reiterando que, aunque no se trataba de bloquear la libertad de expresión, la imagen difundida era “denigrante hacia una mujer”. No obstante, desde entonces, continúa circulando una intensa campaña de desprestigio hacia la senadora, en la que es contantemente sexualizada, con el mero objetivo de rebajar su figura y desempeño como legisladora.

Semejantes golpes, producto de la misoginia, han intentado alcanzar a la actual dirigente de Morena, Luisa María Alcalde. No importa para este sector la tarea que desempeñó como secretaria de Gobernación en la presidencia de Andrés López Obrador, ni que se encuentre al frente, con legítimo derecho, de la fuerza política más grande del país.

El supuesto embarazo de Alcalde –supuesto, porque ella ha mantenido su vida privada alejada de los medios- ha catapultado las artimañas con las que se trata de minimizar su labor. Ningún hombre, por supuesto, había sido puesto en tela de juicio con tanto odio por el noble hecho de convertirse en padre. Con esto, solo se confirma que la oposición ha echado mano de aquellas viles técnicas que los movimientos por los derechos de las mujeres han luchado tantos años por erradicar. Han optado por regresar a las jóvenes mujeres que representan el movimiento, a su carácter de objeto, bajo el escrutinio de la más caduca mirada machista.

El valor de las mujeres no debe jamás volver a condicionarse ni por su apariencia ni por su carácter de objeto sexual. Afortunadamente, de una manera contundente, Claudia Sheinbaum ha dejado en claro que ninguna condición inherente a la mujer es obstáculo alguno para su éxito y desempeño, ya lo dijo en su toma de posesión: “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe, y a partir de ahora, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”.

Los cierto es que las mujeres ya están y permanecerán en los lugares que por derecho les corresponde, pese a quien le pese.

Por: Liliana Lazcano

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