Morena se disciplina y el PAN, erosiona | Historias de un joven reportero
Dos realidades muy diferentes son las que viven los dos partidos hegemónicos –uno más que otro– en Puebla, Morena y PAN, pues mientras el primero camina por la ruta de la institucionalidad y la coordinación con el que será el próximo jefe político del estado, Alejandro Armenta; el otro atraviesa por una severa crisis interna, que día a día se agrava más por la cruenta lucha entre sus principales liderazgos por el control del partido.
Lecturas y conclusiones contrastantes son las que se tienen en el Movimiento Regeneración Nacional y en el Partido Acción Nacional.
En el lopezobradorismo tienen claro que la unidad es la clave para mantenerse infranqueables ante lo muy mermado que se encuentra la oposición; por el otro lado, en el panismo parece que no entendieron nada después de la catástrofe del 2 de junio, ya que las divisiones, la falta de un plan de trabajo y el sectarismo lo tienen al borde de un colapso.
A nivel nacional, Morena está dando los primeros visos de ruptura entre las huestes de Andrés Manuel López Obrador, comandados por Adán Augusto López y por Ricardo Monreal, y la corriente de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien no encuentra cómo cuadrar a sus dos coordinadores parlamentarios y dejar claro que ahora ella es la máxima lideresa política en México.
Muchas de los periodistas afines a la 4T ya avisaron el riesgo de la fragmentación del lopezobradorismo, luego de la reelección de Rosario Piedra Ibarra al frente de la CNDH, pese a no ser la carta marcada de Sheinbaum Pardo y sí de López Obrador.
El único enemigo de Morena está frente al espejo.
Esto no sucede en Puebla, en donde Alejandro Armenta supo controlar al partido desde que fue nombrado candidato al gobierno del estado a finales del año pasado, a base de disciplina, apertura y consensos.
Armenta Mier, a pesar de los golpes bajo la mesa y los agravios por parte de Ignacio Mier y la familia Rivera Vivanco, ha mostrado siempre una cara institucional y plural para todas las corrientes de Morena, estrategia que le ha funcionado muy bien para mantener el control político del partido y evitar cualquier hecho similar al que vive la presidenta de la República.
Muestra de lo anterior han sido las tres designaciones más relevantes que se han presentado en estos meses de transición: la de Laura Artemisa García, como líder del Congreso del Estado; la de Rosa Isela Sánchez, al frente de la CDH Puebla; y la ratificación de Olga Romero Garci-Crespo como lideresa estatal de Morena.
Estas tres mujeres (dato que me parece bastante relevante y que demuestra el compromiso del gobernador electo con la lucha feminista) están plenamente identificadas con Armenta.
En los tres casos, el futuro mandatario sufrió el fuego amigo de Nacho Mier y de los Rivera Vivanco, quienes buscaron manchar las designaciones mencionadas, pero al final logró los acuerdos y consensos necesarios para no perder el control de estas.
El caso específico de la dirigencia estatal de Morena es bastante representativo, pues Alejandro Armenta aplicó la máxima que reza “si algo funciona no hay que cambiarlo”, pues decidió no pasar por encima de los estatutos del partido ni de la estipulado en la convocatoria emitida por el CEN para imponer al que se perfilaba como su alfil para la presidencia, el diputado Pável Gaspar, y, por el contrario, mantuvo la institucionalidad al encaminar la reelección de Romero Garci-Crespo.
Olga supo ganarse la confianza de Armenta en las pasadas elecciones a pesar de estar plenamente identificada con el barbosismo. Esto la llevó a ganarse un lugar en su futuro gabinete en Carreteras de Cuota del estado, que ahora quedará vacante, pero ante las trabas para ungir a Gaspar Ramírez optó por darle continuidad a la exdiputada local al frente del Comité Estatal.
¿Y en el PAN?
En Acción Nacional parece que mientras más trabajo cueste la unción de sus futuros líderes, mejor.
Insisto, el panismo local poco o nada entendió de los resultados del 2 de junio en los que fueron aplastados por Morena y borrados del mapa en Puebla.
A nivel nacional y tras la catástrofe las pasadas elecciones presidenciales, el PAN, ahora comando por Jorge Romero, inició un trabajo de reconciliación y unidad para recomponer su papel opositor frente a Claudia Sheinbaum.
Desde el primer día de su gestión, Romero Herrera, quien congregó a todas las corrientes del albiazul en torno a su candidatura, comenzó a incomodar a la presidenta de la República, quien cometió el error –en mi punto de vista– de prestarle atención que no merecía y de exhibir su incomodidad ante la figura opositora del nuevo líder nacional panista.
Esto no se está replicando en el panismo local, pues cada día que pasa las divisiones internas parecen agravarse más.
Este fin de semana se hizo oficial la alianza entre Mario Riestra, Genoveva Huerta, Jorge Aguilar Chedraui y Roberto Grajales, quienes parecen ya contar con los votos necesarios en el Consejo Político Estatal para arrebatarle el control del partido a Eduardo Rivera.
De acuerdo con las sumas de Riestra Piña y compañía, al sumar a Genoveva, Jorge y a Grajales ya tienen los consejeros necesarios para amarrar la presidencia del Comité Estatal.
Esto sin duda cambia otra vez el juego rumbo a la sesión del próximo 15 de diciembre en la que habrá de designarse a los próximos presidente y secretaria general del albiazul en Puebla.
Las divisiones y el sectarismo parece que será otra vez la tónica en la renovación del PAN.
Quítate tú, que me toca a mí.
Veremos en qué termina este nuevo capítulo de la eterna novela entre yunques y morenovallistas.