Brujas: ¿Servidoras de las sombras o mujeres poderosas?
Marcadas como inaceptables, fueron castigadas hasta la muerte por ser transgresoras para la sociedad de una época obscurantista, regida por un patriarcado. Ellas eran mujeres místicas, amantes de la naturaleza, de espíritu libre, bailaban y reían sin la necesidad de un hombre, pensaban diferente y sabían demasiado.
Calificadas como brujas, herejes, servidoras de las sombras y adoradoras de El Diablo, fueron juzgadas, torturadas y silenciadas en cárceles, hogueras o guillotinas. La historia se encargó de develar que se trataba de mujeres brillantes, adelantadas a su tiempo; guerreras, científicas, expertas en sexualidad e inconformes con la forma tradicional de vida que mantenía la mayoría en la edad media, acorde con los roles de género establecidos por la religión.
Sin embargo, en aquel momento, la cacería de brujas que se perpetró en Europa representó para miles de personas vivir un auténtico infierno en la tierra. Las autoridades gubernamentales como la corona y el clero provocaron un temor inconmensurable entre la población.
Motivos para considerarlas brujas
El temor y la zozobra de muchas mujeres eran constantes, puesto que las formas para determinar que alguien debía ser enjuiciada por practicar hechicería eran totalmente absurdas. Estaban en peligro de ser enviadas a la hoguera o colgadas en horcas públicas las mujeres que:
- • Eran instruidas en alguna de las ciencias que se desarrollaban. Ellas, eran vistas como servidoras de Satanás, puesto que solamente a los hombres se les permitía conocer de herbolaria y medicina para curar a los enfermos. Las mujeres solamente podrían cuidar de ellos si eran religiosas, explica la investigadora Norma Blázquez Graf, en su libro “El Retorno de las Brujas. Conocimientos, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia”.
- • Expertas en sexualidad. Había mujeres que no le tenían miedo a su propio cuerpo, y estaban en contacto con su sexualidad, eran nodrizas o parteras. “Las brujas comenzaron a almacenar conocimiento muy importante sobre el control de la reproducción y sabían preparar abortivos. Este conocimiento implicaba la posibilidad de ejercer una sexualidad más libre”, sostiene Blázquez Graf.
- • Aquellas que no fueran a la iglesia. Sin distingo de género, todos debían cumplir con las costumbres cristianas. No asistir a los servicios eclesiásticos, al menos una vez a la semana, era castigable con la hoguera.
- • Mujeres independientes. Era inconcebible que ellas contaran con sus propios medios para ganarse la vida. Algunas, cuidaban de niños o se dedicaban a la agricultura, pero, las reglas establecían que debían ser protegidas por un hombre que fuera su proveedor. Lo que ponía en la mira de inquisidores a huérfanas, solteras y viudas. Además, las jóvenes deberían de tener hijos, para seguir el parámetro de pensamiento cristiano.
- • Inconformes con el sistema o críticas de la religión católica. Aunque los hombres también fueron castigados con la muerte durante la Inquisición, la distinción de género en términos de brujería “ha sido reconocida como profundamente misógina”, como lo plantea la historiadora Jennifer Farrell, en su artículo “The evolution of the medieval witch – and why she’s usually a woman”, para The Conversation. Documentos de la época sugieren “que la percepción de falta de inteligencia de las mujeres las hizo sumisas a los demonios”, explica la autora.
Pruebas irracionales
Además de los absurdos motivos por los cuales una mujer podía morir en llamas, durante el juicio eran sometidas a exámenes como la prueba de Heksenwaag: la balanza de las brujas (se pensaba que las brujas podían volar porque, al no poseer alma, no tenían peso).
A las que eran juzgadas las obligaban a subirse a la plataforma y si su peso era “normal”, obtenían un certificado que demostrara su condición de persona “normal”, de lo contrario, las mujeres acusadas eran sentenciadas a los llamados “Juicios de Dios”.
A veces, se manipulaba la balanza para que mostrara el ‘CERO’ en el cuadrante.
Un conocido inquisidor llamado Institoris, conocido también por su nombre alemán (Heincich Kramer), escribió, junto al monje dominico Jacob Sprenger uno de los textos medievales más conocidos, y uno en sí mismo de los más inhumanos: El martillo de las brujas, el “Malleus Maleficarum”.
A pesar de convertirse en un “manual” de referencia, hasta el punto que a menudo se habla de él como “La Biblia de los cazadores de brujas”, el “Malleus Maleficarum” fue siempre objeto de duras críticas, incluso por parte de personajes importantes de la iglesia católica. El motivo principal fueron los métodos brutales que defendía, y también que, su autor usó sin permiso una bula papal que condenaba la brujería para revestir su libro de la autoridad pontificia.
Teólogos y la propia Inquisición criticaron el libro, que contradecía posiciones oficiales de la iglesia, pero, eso no impidió que fuese utilizado como manual de referencia tanto por autoridades religiosas como seculares.
Este libro publicado en 1487, se reeditó al menos 15 veces y se distribuyeron 30 mil ejemplares en toda Europa. Ningún país europeo registró más violencia y sadismo contra los acusados de brujería que Alemania, la mayoría de las persecuciones y juicios se realizaron durante los siglos XVII y XVIII, periodo en el que se ultimaron a 30 mil personas.
Es decir, en Alemania se llevaron a cabo la mitad de los asesinatos por la denominada cacería de brujas.
Las principales ciudades donde se llevaron a cabo estas masacres fueron: Würzburg, Maguncia, Bamberg y Eichstätt.
En la próxima emisión, revisaremos si la cacería de brujas es un capítulo del pasado…