José Bayro: la vida es su inspiración



José Miguel Bayro Corrochano es un artista trashumante que ha recorrido el mundo, pero su esencia permanece profundamente arraigada en la riqueza de sus experiencias.

Desde su natal Bolivia hasta México, su trayectoria ha sido un viaje lleno de aprendizaje y evolución constante.

Rodeado de su obra, en su galería y estudio, ubicado en el corazón de Puebla, en la capital, el artista compartió reflexiones sobre el arte y la vida, en entrevista con Magma Media y MGM Noticias.

“Para ser buen pintor no sólo es la técnica, sino la riqueza de vida. Y la riqueza de vida son los mercados, las plazas, los viajes, los amores, la comida, la bebida, vivir”, afirmó con pasión.

Su amigo Humberto Oramas le había dicho que trabajar duro era esencial, pero descubrió que vivir intensamente era igualmente crucial para su arte.

“Y para vivir hay que viajar”, y empezó su travesía por los colores de la existencia. Y sus obras emblemáticas, como El Hombre Azul, reflejan esta filosofía. Bayro considera que cada pintura y escultura es un ensayo, una exploración continua de su creatividad.

“Tengo la fortuna de ser una persona muy creativa desde niño. Siempre he estado diseñando, dibujando. Soy muy creativo”, comentó, al destacar que su obra es una narrativa extensa de todos sus años de trabajo.

“Dicen que los pintores, si no eres creativo y tienes técnica, va a ser difícil, pero si eres creativo, finalmente la técnica la vas a aprender”, aseguró en entrevista con Magma Media.

Explicó por qué en su obra es evidente en el uso recurrente de ciertos rostros y elementos. “Procura tener una paleta personal y un lenguaje personal”, aconsejó Oramas.

Así, desarrolló un estilo distintivo que evoluciona con cada nueva experiencia de vida.

Y esa experiencia incluye a los espectadores, que pueden quedar atrapados en la estética de su obra.

Se puede volver cuadro

Por eso, Bayro recomienda acercarse con cuidado: “Ten mucho cuidado con lo que me cuentas, que se puede volver cuadro”, admitió entre risas. “Me ha sucedido: hay gente que me dice: ‘oye, te cuento que pasó tal cosa’. Y yo dije, órale. Y se vuelve cuadro y queda padrísimo”, compartió con Natalia Suárez del Real y Álvaro Ramírez.

Sus obras, aunque a primera vista pueden parecer simples, están llenas de detalles y significados ocultos que emergen con el tiempo y la reflexión.

“Vas descubriendo cosas que en un principio no viste. Y te va a gustar o te va a sorprender o te va a tal vez desagradar”, explicó. “Alguien me dijo, eres un tal por cual, porque disimuladamente nos clavas lentamente un puñal”, añadió.

Su vida ha sido una serie de desplazamientos, comenzando con su partida de Bolivia a México debido a la inestabilidad política en Sudamérica. “Hubo unas balaceras por todo lado, corretizas, control de teléfonos, correo. No se podía salir del país”, recordó sobre su juventud.

Esta experiencia de migración forzada, compartida con muchos jóvenes de la época, marcó profundamente su vida y su arte.

José Bayro tiene una conexión con Perú, también significativa. “Mi familia es del Perú. Mi padre era de Mollendo; mi mamá, de Arequipa. Por razones de trabajo, mi padre fue a Bolivia”, explicó.

Los viajes a Lima y sus recuerdos familiares allí le provocan un fuerte déjà vu, una sensación de pertenencia y familiaridad con el lugar y sus tradiciones. “Camino por barranco y siento junto al mar, etcétera, pues siento, yo ya estuve aquí”, comentó.

En su obra, la influencia latinoamericana es innegable. “Es un surrealismo latinoamericano”, afirmó al calificar su trabajo artístico.

La obra de Gabriel García Márquez, especialmente Cien años de soledad, ha sido una gran inspiración para él.

“Soy amante de la obra del Gabo. Lo conocí en México, le di un abrazo”, recordó, y mencionó que lamenta no haber podido ilustrar alguna de sus obras antes de su fallecimiento.

La experiencia en Nueva York también dejó una marca indeleble en su arte. “Amo Bolivia, amo México y amo los Estados Unidos”, declaró, al reconocer la profunda influencia cultural de cada lugar en su vida y obra.

Aunque en Europa algunos puedan subestimar la cultura estadounidense, el artista avecindado en Puebla defiende su riqueza y diversidad: “Es un crisol de culturas”, sostuvo.

La apreciación estética, afirmó, es una sensibilidad especial. “El arte está en todos lados y hay gente que lo aprovecha, lo ve y goza”, aseguró y resaltó que no todos tienen la misma capacidad para percibir y disfrutar el arte. Esta sensibilidad es una forma de “elitismo”, no económico, sino de percepción.

Para Bayro, la diferencia entre lo bello y lo bonito radica en la apreciación artística y cultural.

“Voy a hacer una valoración de acuerdo con la cultura, a la historia, a la composición y a la parte estética del manejo del color”, explicó. Esta capacidad de valoración se desarrolla con la experiencia y el consumo constante de arte.

El artista con más de 40 años de vivir en México mencionó su admiración por diversos artistas y movimientos artísticos. “Me encanta Beethoven, Mozart, mucho jazz, música clásica”, compartió.

Su obra también incorpora elementos de la cultura mexicana, como el albur, esa esgrima de palabras característico del habla mexicana.

“Tengo una señora famosísima que se llama La Dama Apenada”, y explicó cómo integra estos elementos culturales en sus pinturas. “El mexicano es muy afilado en eso, pero lo meto en mi cuadro”, refirió.

En su recorrido por museos de todo el mundo, el Louvre o El Prado, ha encontrado inspiración en obras menos conocidas, pero igualmente impactantes. “Mucho, mucho, me gustan los bodegones, el trabajo de las flores, de las aves, los paisajes”, mencionó.

Su visión es inclusiva, global y refleja su propia vida como un artista del mundo. “Cuando estoy en México, yo llevo colecciones a Bolivia y no soy un pintor boliviano, y cuando estoy aquí en México, yo creo que tampoco soy un pintor mexicano. Yo creo que a estas alturas ya soy una persona del mundo, creo”, planteó.

Sobre su obra icónica en Puebla, El Hombre Azul, dijo que ya está en tratos con las autoridades para restaurarla.

“Se robaron las líneas eléctricas, que yo también las puse, pero se va a volver a retomar, porque, como tú dices, es una obra icónica de Puebla, que está en el libro de texto gratuito”, puntualizó.

Editor: Fabián Sánchez

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